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El 8 de marzo de 1933, seis meses después de la última lectura, la compañía de Josefina Díaz de Artiaga estrena la obra en el Teatro Beatriz. La dirigieron Eduardo Marquina y el propio Federico García Lorca. Su hermano Francisco, presente en los ensayos y en el estreno recuerda aquellos días en Federico y su mundo: “Constituyó el primer éxito de Federico como dramaturgo”. Pero el éxito total ha de esperar al estreno en Buenos Aires. La actriz Lola Membrives la lleva a escena en el teatro Maipo de Buenos Aires el 29 de julio del mismo año. El éxito arrollador hizo que se volviera a montar en el teatro Avenida, en la misma ciudad. Y Lorca acudió a presenciar el triunfo. Buenos Aires, Montevideo, Rosario y Córdoba. La unanimidad de la crítica es de destacar: “Pocas veces los cronistas teatrales porteños han estado tan unánimes en exaltar los méritos de una novedad extranjera”. La obra se repone en Buenos Aires (llegará a alcanzar las 150 representaciones), donde Lorca permanecerá desde octubre de 1933 hasta el año siguiente. Sin embargo, la reposición en Madrid a cargo de Membrives no alcanza el mismo éxito, algo similar al montaje que se hizo poco antes con la versión en inglés de la obra en Nueva York.