José Val del Omar nace en una ciudad, Granada, que, como él, trata de escapar de las limitaciones localistas y que saluda el siglo XX con conciencia de universalidad: fue contemporáneo de Federico y Francisco García Lorca, de Manuel Ángeles Ortiz, de Ismael de la Serna; y fuera de Granada, de Luis Cernuda, Josep Renau y María Zambrano. Su padre, Francisco del Val del Omar, es un funcionario de Loja, y su madre, Concepción López, nacida en Granada, pintora y pianista.
Entre 1953 y 1955 realiza uno de sus grandes proyectos cinematográficos, ‘Aguaspejo granadino’, un “ensayo audiovisual de plástica lírica” en el que utiliza técnicas de su invención y que causa conmoción en los festivales de Berlín y Bruselas.
Durante su niñez se entretiene ideando proyecciones a través de linternas mágicas. Estudia en los Escolapios. Debajo de la cama del colegio oculta una lupa y una vela con las cuales, en la oscuridad, idea sus primeras proyecciones. En 1921 sus diversiones infantiles cobran sentido y se anima a abordar su primera producción cinematográfica, rodada en 35 mm., y con el título En un rincón de Andalucía, una película, en palabras de Florián Rey, que le costó 30.000 duros y de la que filmó –como director y cámara al mismo tiempo– 21.000 metros de negativo sin ningún propósito comercial. Como no le gustó el resultado la destruyó a continuación.
La revista La Pantalla, a mediados de los veinte, da cuenta de la llegada a Madrid de Val del Omar –“veinticinco años. Ceceo inconfundible de granadino. Y toda la traza morena y gallarda de un hijo de árabes”- con un titular que resume toda su inquietud: “Un muchacho español logra dos inventos que revolucionarán el arte del cinema”.
Tras la proclamación de la II República se une a las Misiones Populares para las que rueda unos cuarenta documentales de los cuales solo han sobrevivido unos pocos. Su paisano García Lorca lo orienta hacia la Institución Libre de Enseñanza. Durante la Guerra Civil colabora con el cartelista Josep Renau para salvar los fondos del Museo del Prado y de la Biblioteca Nacional. Tras el fin de la contienda, atrapado en Valencia, se ve coaccionado a colaborar con los vencedores. En los años cuarenta se concentra en el estudio del sonido y en la invención de sistemas como el diafónico o binaural, del que registra las primeras patentes.
Entre 1953 y 1955 realiza uno de sus grandes proyectos cinematográficos, Aguaspejo granadino, un “ensayo audiovisual de plástica lírica” en el que utiliza técnicas de su invención y que causa conmoción en los festivales de Berlín y Bruselas. En 1959 concluye Fuego en Castilla, que es premiado en Berlín. Dos años después rueda un tercer documental “lírico y abstracto” sobre Galicia que, con los dos anteriores, debía conformar el Tríptico Elemental de España.
En la última parte creativa de su vida se rodea de nuevos métodos y técnicas, como el láser, el vídeo, las intuiciones cibernéticas y las técnicas enmarcadas en el anagrama PLAT (Picto-Lumínica-Audio-Textil). En 1983 publica una selección de su poesía: Tientos de erótica celeste.
Muere el 4 de agosto de 1982 a consecuencia de un accidente de circulación.