Margarita Xirgu es una actriz catalana que abre el teatro español a los nuevos aires del siglo XX; con el tiempo se convierte en una de las principales actrices de Federico García Lorca y una de las que más obras suyas representó, desde Mariana Pineda, en 1927, a La casa de Bernarda Alba, estrenada póstumamente en Buenos Aires en 1945. Tras una extraordinaria carrera profesional, que la condujo por los principales teatros de Hispanoamérica, donde estrenó las obras de los principales dramaturgos de la época, entre ellos Valle Inclán, las circunstancias la obligaron a exiliarse en América Latina tras la sublevación de 1936. Falleció casi olvidada en Montevideo (Uruguay) en 1968.
La primera alusión a Lorca de la Xirgu en el amplio epistolario que compartió con sus colaboradores es de 1927 y el asunto es el montaje de Mariana Pineda con decorados de Salvador Dalí.
La biografía artística de la Xirgu consta de tres etapas cronológicas diferenciadas. La primera, la de los inicios, abarca de 1906 a 1912, y estuvo consagrada al teatro catalán. Su primer grupo, en 1902, fue una compañía de aficionados. En 1910 forma su propia compañía y empieza a acumular un gran prestigio que luego se extendería por medio mundo. La segunda fase va desde 1912 hasta el año trágico de 1936, y está consagrada al teatro en castellano. En 1914 se muda a Madrid donde estrena Divinas palabras, de Valle Inclán, y trabaja en piezas de algunos de los grandes dramaturgos internacionales del momento, como D´Anunzzio, Barnard Shaw y Alejandro Casona. De este último representa en primicia La sirena varada.
Lorca vio por primera vez actuar a la actriz catalana el 13 de marzo de 1915 en el Teatro Cervantes de Granada donde protagoniza la versión de Hugo Holfmannsthal de Elektra, de Eurípides. Federico asiste a la función acompañado por su profesor Martín Domínguez Berrueta y algunos de los miembros de El Rinconcillo. La Xirgu tiene 27 años y el futuro dramaturgo 17. La compañía permanece en Granada hasta el 21 de marzo. Tan profunda es la impresión que recibió Lorca que, cuando acaba Mariana Pineda, en 1926, intenta enviar una copia del libreto a la actriz a través de Eduardo Marquina. La copia nunca llega a sus manos, pero propicia un encuentro en el Hotel Ritz de Madrid.
La primera alusión a Lorca de la Xirgu en el amplio epistolario que compartió con sus colaboradores es de 1927 y el asunto es el montaje de Mariana Pineda con decorados de Salvador Dalí. En las cartas la actriz se queja de la escasa recaudación de la obra. La pieza se representa el 24 de junio de ese año en el Teatro Goya de Barcelona y el 12 de octubre en el Teatro Fontalba de Madrid después de que Gregorio Martínez Sierra renunciara a producirla debido a la censura de la dictadura de Primo de Rivera. El estreno en Granada, en 1929, es seguido de un homenaje a la actriz en el teatro del Hotel Alhambra Palace organizado por la Junta Directiva del Sindicato de Actores. A los postres, el director de El Defensor de Granada, Constantino Ruiz Carnero, dijo con orgullo: “A García Lorca, renovador de la lírica española, lo hemos descubierto los propios granadinos, y hemos dicho a Madrid y al resto de España: ahí lleváis un poeta que ha nacido en Granada y que tiene toda la magnificencia de esta prodigiosa tierra andaluza”. Federico, por su lado, leyó: “Margarita tiene la inquietud del teatro, la fiebre de los temperamentos múltiples. Yo la veo siempre en la encrucijada de todas las heroínas, meta barrida por un viento oscuro donde la vena aorta canta como si fuera un ruiseñor”.
A partir de ahí la Xirgu se convierte en una colaboradora fiel del dramaturgo granadino. Estrena La zapatera prodigiosa en la Navidad de 1930, tras dos años de preparativos, en el Teatro Español de Madrid, dirigida por Cipriano Rivas Cherif, y ya en 1934 Yerma. En la última parte de su segundo periodo artístico, en Barcelona, en 1935, subió a las tablas la última obra teatral de García Lorca estrenada en vida, Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores. La actriz ideó estrenarla a continuación en Madrid a su regreso de una gira por México, a la que invitó a Federico, pero la Guerra Civil lo impide. Ambos tenían previsto viajar a México, junto a Juan Ramírez de Lucas, amante de Lorca, entonces menor de edad.
Sí pudo reponer en 1935 en Barcelona Bodas de sangre con decorados de José Caballero. Ya en 1945 protagonizó La casa de Bernarda Alba. Asimismo, trabajó en la versión cinematográfica de Bodas de sangre dirigida por Edmundo Guibourg en 1938.
La tercera parte de vida artística abarca desde 1937 a 1968 y se desarrolla en el exilio en varios países de Iberoamérica (Chile, Paraguay donde fue la actriz más fecunda de todas, pues a su carrera teatral se añadió la de docente: Funda en varios países la Escuela de Arte Dramático, donde organiza cursillos, imparte conferencias y anima coloquios). El reconocimiento americano no alivia el desdén de la dictadura franquista. La actriz, enferma, es intervenida a la desesperada en Montevideo el 24 de abril y fallece un día después. Su muerte pasa desapercibida en España.