Escritor, periodista y político adscrito a la monarquía conservadora, apologista de la dictadura de Miguel Primo de Rivera; tuvo un activo papel en el derribo de la Segunda República y luego en el sostén de la dictadura franquista, en cuyo organigrama ocupó cargos de responsabilidad desde el golpe militar. Nació en Cádiz el 8 de mayo 1897 y murió en su ciudad natal el 19 de julio de 1981. Está enterrado en la cripta de la Catedral de Cádiz en una tumba reservada en vida, junto a la del compositor Manuel de Falla a quien intentó convencer en vano para que regresara a España tras huir a Argentina en 1939.
Nació en una familia de la alta sociedad gaditana, de padre abogado y madre perteneciente a la burguesía. Fue educado en valores conservadores y católicos y formó parte, desde joven, de la élite política y social. Tras cursar Derecho en Sevilla ejerció dos años como penalista.
Tras la Guerra Civil publicó el apocalíptico ‘Poema de la Bestia y el Ángel’, que se empeñó en presentar en un carmen del Albaicín en presencia de un enfermo Manuel de Falla, que ya estaba preparando su exilio en Argentina. En el acto destacaron más las ausencias (entre represaliados, muertos y exiliados) que las presencias.
Sus comienzos literarios están unidos a la devoción católica. Ganó los juegos florales del centenario del beato fray Diego José de Cádiz y los de Sanlúcar de Barrameda por un poema titulado El Viático. Un año después, en 1923, fue elegido miembro de la Real Academia Hispanoamericana de Cádiz. En aquella época ya era miembro de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, la primera de una larga lista de grupos religiosos a los que se asoció a lo largo de su vida: desde la Congregación Mariana de los Luises a Acción Católica, pasando por Apostolado de Oración.
Del mismo modo, su afiliación política fue variada aunque siempre bajo los mismos principios de conservadurismo inflexible: Unión Patriótica, FET y de la JONS, Unión Monárquica Nacional, Renovación Española y Movimiento Nacional, entre otros.
Su pertenencia a la élite social y política le permitió pagar las ediciones de sus libros y distribuirlos con garantía: A la rueda, rueda (1929), Elegía a la tradición española (1931), Salmo de los muertos (1933). Tras la Guerra Civil publicó el apocalíptico Poema de la Bestia y el Ángel, que se empeñó en presentar en un carmen del Albaicín de Granada en presencia de un envejecido y enfermo Manuel de Falla, quien ya estaba preparando su exilio consentido en Argentina, y otros intelectuales del Régimen. En la foto que se conserva del acto destacan más las ausencias (entre represaliados, muertos y exiliados) que las presencias.
Pemán hizo todo lo que estaba en su mano para atraer a la Dictadura a Falla. Incluso publicó sin su permiso una foto de ambos en ‘Abc’ de Sevilla que los proclamaba como el poeta y el músico del nuevo régimen.
A petición de Falla, medió para parar la persecución a la que estaba siendo sometido el grabador, escenógrafo y profesor Hermenegildo Lanz, quien, sin embargo, fue expulsado de su plaza en la Normal de Magisterio de Granada y enviado a Logroño en plena contienda.
Falla rechazó todas las propuestas de Pemán para ocupar cargos en los primeros pasos de la Dictadura, aunque no pudo eludir la invitación para acometer la adaptación del Canto de los Almogáveres, sobre una melodía de Felipe Pedrell, y convertirlo en el Himno Marcial (1937), con letra del propio Pemán.
Tras el fin de la Guerra Civil, Pemán fue aupado a la Academia de la Lengua como director accidental, aunque aún no era miembro de número, y homenajeado en la Antología Poética del Alzamiento. A cambio compuso un soneto a José Antonio Primo de Rivera.
Aunque en la posguerra, como procurador en Cortes, no se adhirió al grupo que presentó a Franco en 1943 una petición para una “rápida restauración monárquica”, posteriormente sí apoyó la línea representada por Don Juan, el padre del futuro rey Juan de Carlos I de Borbón. Precisamente fue el monarca quien, en 1979, dos años antes de morir, le concedió el Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro.
En el parque Genovés de Cádiz queda, como resumen de toda su fama, un teatro al aire libre, abandonado, que lleva su nombre.