Torero y hombre polifacético: presidente del Betis, actor, jugador de polo, escritor, amigo de los miembros de la Generación del 27 y patrocinador de la reunión fundacional de este grupo literario junto al ganadero Fernando Villalón. Nació en Sevilla el 6 de junio de 1891 y murió en Madrid el 13 de agosto de 1934 a causa de una gangrena tras ser corneado en la plaza de Manzanares, dos días antes, por el toro Granadino, un manso astifino que le sorprendió al iniciar la faena de muleta. Su muerte supuso una gran conmoción entre aficionados y amigos. Federico García Lorca compuso en su memoria una de las cumbres de la poesía elegiaca en español de todos los tiempos, el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, editado un año después por José Bergamín en Cruz y raya e ilustrado por José Caballero.
El joven Sánchez Mejías, tras una aventurada escapada a México como polizón, se incorporó como banderillero a la cuadrilla de Joselito en 1910. Cinco años después Joselito se casó con una hermana de Ignacio y se convirtió en el principal protector de su carrera taurina. En 1919 tomó la alternativa en Barcelona con el propio Joselito y Juan Belmonte como testigos. La muerte siempre rondó su carrera. En 1920 fue testigo de la cogida y muerte de su cuñado en Talavera de la Reina.
Ignacio costeó un almuerzo para sesenta comensales en la Real Venta de Antequera (huevos a la flamenca, pescaíto frito y rabo de toro) y luego invitó a una fiesta “por todo lo alto” en su cortijo que forma parte de la memoria literaria de la Generación del 27.
Ignacio conquistó al público menos por su técnica que por sus alardes temerarios. A pesar del éxito, a mediados de los años veinte se retiró para dedicarse a otros menesteres y, en particular, para retomar su formación académica que había interrumpido muy joven y cultivar la amistad de intelectuales vinculados con el grupo del 27. De hecho, en el curso 1928-29 reemprendió sus estudios de Bachillerato en el Instituto La Rábida de Huelva.
Su finca de Pino Montano fue el lugar donde se concentraron los poetas del 27 que participaron en el acto del tercer centenario de la muerte de Luis de Góngora. Varios de ellos, entre los que estaban Pedro Salinas, Gerardo Diego y Rafael Alberti, lanzaron la idea del encuentro en la reunión en la finca. La propuesta fue respaldada de inmediato por García Lorca, José Bergamín, José Moreno Villa y José María Cossío. Con motivo del homenaje, Dámaso Alonso preparó una edición de Soledades; Salinas de los Sonetos, y Gerardo Diego se comprometió a ultimar una antología en homenaje a Góngora. Sánchez Mejías, por su lado, se ofreció de mecenas. El acto conmemorativo previo se celebró el 11 de diciembre en el salón de actos de la sociedad La Económica, situado a pocos pasos del Ateneo de Sevilla. Según Alberti, el público, muy numeroso, coreó las décimas de Jorge Guillén y “pidió la oreja” para García Lorca tras recitar algunos de sus romances gitanos.
Ignacio costeó un almuerzo para sesenta comensales en la Real Venta de Antequera (huevos a la flamenca, pescaíto frito y rabo de toro) y luego invitó a una fiesta “por todo lo alto” en su cortijo que forma parte de la memoria literaria de la Generación del 27. Los invitados comparecieron con ropajes árabes y a continuación se desató una celebración en la que Dámaso Alonso recitó de memoria los 1.091 versos de La primera soledad, Villalón intentó hipnotizar a Alberti y García Lorca improvisó fragmentos teatrales. Como fin de fiesta actuó Manuel Torre, Niño de Jerez, a quien Federico dedicó en 1931 una de las viñetas flamencas del Poema del Cante Jondo.
Ignacio, persona de gran atractivo entre las mujeres, inició una relación sentimental medio secreta con La Argentinita. El torero Alfredo Corrochano, amigo y miembro de la terna que toreó en Manzanares en la trágica tarde del 11 de agosto de 1934, recuerda así la relación entre ambos: “A La Argentinita la conocí muy poco. Ignacio no la enseñaba nunca. Una sola noche cené con ellos. Fue su gran amor. Pero al mismo tiempo sentía un gran amor por su esposa, una gran dama a pesar de los pesares”. La Argentinita e Ignacio viajaron a Estados Unidos en 1929, dictaron una conferencia y cantaron coincidiendo con la estancia de García Lorca en la Universidad de Columbia. En 1931 Lorca y La Argentinita grabaron el disco Colección de canciones populares españolas.
De aquella época son los estrenos teatrales de Sánchez Mejías Sinrazón. Juguete en tres actos y prosa, estrenado en 1928; Zaya, comedia en tres actos y en prosa, montada el mismo año, y otras dos piezas nunca representadas en vida del autor: Ni más ni menos, comedia en tres actos y en prosa y Soledad.
A pesar de que había perdido agilidad y estaba desentrenado, Sánchez Mejías decidió volver a los ruedos en 1934. En aquella época vivió un romance con la hispanista y biógrafa de Lorca Marcelle Auclair. El 11 de agosto aceptó sustituir a Domingo Ortega en la plaza de Manzanares. Alfredo Corrochano describe así la cogida: “Cuando cogió la espada y la muleta fue a dar un pase en el estribo. El toro se venía un poco para adentro. El banderillero lo advirtió: ‘Tenga cuidado, maestro, que el toro aprieta para adentro’. Lo cogió entre las tablas y le atravesó el muslo. Yo hice el quite. Cuando lo cogieron iba muerto”.
«Fui a verlo a la enfermería entre toro y toro”, prosigue Corrochano. “Dicen que las enfermerías están mal ahora. La de Manzanares tenía un bote de algodón, un cacharro de yodo y otro de agua. Y un médico muy simpático. ‘¿Cómo va eso?’, le pregunté. ‘No se preocupe’, respondió Ignacio”.
Sánchez Mejías murió dos días después en un hospital de Madrid a causa de la gangrena y poco después García Lorca inició la composición del Llanto… “Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, / un andaluz tan claro, tan rico de aventura. / Yo canto su elegancia con palabras que gimen / y recuerdo una brisa triste por los olivos”.