El legendario cantaor Frasquito Yerbabuena o Yerbagüena nació en Granada un día no precisado de 1883 y fue hallado muerto, al parecer de un infarto, en plena calle Pagés del barrio granadino del Albaicín el 7 de diciembre de 1944. Sus propios hijos se hicieron cargo del cadáver y, a la vez, movieron influencias para que fuera inhumado sin autopsia. Su misterioso final estuvo en consonancia con su carrera como cantaor: Yerbabuena se negó sistemáticamente a registrar su voz en disco y sólo aceptó cantar en público dos veces, una en el Concurso de Cante Jondo de 1922 organizado por Manuel de Falla, Ignacio Zuloaga y Federico García Lorca, entre otros intelectuales de la época, y otra por aquellas mismas fechas en el Centro Artístico de Granada para recaudar fondos para la segunda guerra de Marruecos o del Rif (1920-1926). Su leyenda como cantaor se forjó en las fiestas privadas a las que solía acudir con frecuencia y que duraban entre unas pocas horas o varios días.
Elegante, seductor, generoso, prefirió vivir el cante en compañía de los suyos que pisar los escenarios o las casas de grabación.
Sin embargo, su primera actuación en público, ya con 39 años, en la Plaza de los Aljibes y ante un selecto auditorio procedente de media España, bastó para elevar su nombre a la historia del cante jondo. Frasquito, que consiguió un premio de 500 pesetas, actuó el primero de los dos días de duración de concurso, el 13 de junio, y estuvo acompañado por el guitarrista Montoya. Según la crónica aparecida en El Defensor de Granada, Yerbabuena, que cantó “bien y con estilo”, interpretó el siguiente cante: “Qué tienes que estás tan triste / metía en este rincón, /siendo tú la más bonita / que quiere mi corazón”. Sin embargo, cuando puso la plaza bocabajo, fue cuando tentó las soleares: “Yo vivo yo en la calle / donde este me conoció, / que vivo en la plazoleta / el desengaño mayor”. “Las soleares”, escribe el cronista, “son el fuerte del amigo Yerbabuena. Las soleares y las sopas de puchero, como decía un simpático granadino”.
Yerbabuena trabajaba para el Ayuntamiento de Granada en un puesto tan enigmático como su vida y su muerte: alcalde de pescado en la plaza de la Romanilla. Además, era representante de la bodega La Riva de vinos de Jerez. Como el empleo municipal solo le ocupaba un par de horas diarias, aprovechaba el tiempo restante para estar con amigos en reuniones que solían acabar en fiestas flamencas.
Frasquito dominaba muchos palos flamencos, aunque han quedado para la memoria de los aficionados (a pesar de que no existen registros fonográficos) sus granaínas, tientos y los cantes de Juan Breva. Su biografía está llena de momentos legendarios, como cuando acudió a salvar los enseres del camarín de la Virgen de las Angustias donde se había declarado un incendio, lo que le inspiró una célebre granaína: “Virgen de las Angustias / vente a mi casa a vivir / mientras los albañiles / restauran tu camarín”.
Antonio Mairena lo recuerda así: “Mi amistad con él surgió desde el mismo día en que lo conocí. Vi por primera vez a Frasquito Yerbabuena en la Alameda de Hércules, concretamente en la Sacristía, donde yo me presenté una mañana y me encontré con una fiesta que había empezado la noche antes, como era lo habitual. Allí estaba, con otras personas, Frasquito Yerbabuena, que solía ir mucho a Sevilla con motivo de sus negocios. Él era representante de una casa de vinos, y cuando llegaba a Sevilla siempre se metía en fiesta, llamando a los mejores cantaores de entonces, particularmente a los gitanos, porque era un enamorado de su arte, y también a otros, como Vallejo, que era muy amigo suyo”.