Poeta perteneciente a la Generación del 27 nacido casualmente en Sevilla en 1898 (“Sevilla fue para mí el relámpago de mi nacimiento”, escribe en el boceto que le dedica a otro ilustre paisano, Luis Cernuda) y fallecido en Madrid en diciembre de 1984. Obtuvo en 1977 el Premio Nobel de Literatura y, mucho antes, el Nacional por el libro La destrucción o el amor (1934), su tercera incursión poética que había comenzado a los 30 años con el primerizo Ámbito (1928) y que continuó con el ya más representativo de su época intermedia Espadas como labios (1932). Ingresó en la Academia de la Lengua en 1950, representó al movimiento neorromántico y tuvo un influjo fundamental sobre los poetas jóvenes de las generaciones posteriores, principalmente de la posguerra. La dirección de su casa madrileña en Velintonia, 3 fue un destino capital para decenas de poetas que acudían a conocerlo, a mostrar su obra o a participar en las tertulias literarias, tanto durante la República como después a lo largo de la dictadura. Según la escritora Elvira Lindo, Velintonia fue una “patria” en la que la libertad se reivindicaba de otra forma a la del mundo exterior, “un país donde los hombres pueden amar a los hombres”. Hoy el mítico lugar se encuentra abandonado a causa de la incuria de las sucesivas autoridades políticas que no han sido capaces de convertirla en el museo que los amigos y admiradores de Aleixandre reclaman desde hace años.
Aleixandre fue uno de los escogidos amigos a quien Federico leyó los Sonetos del amor oscuro, “prodigio de pasión, de entusiasmo, de felicidad, de tormento, puro y ardiente monumento al amor”.
Aleixandre mantuvo una estrecha amistad con Federico García Lorca a quien conoció, a través de Rafael Alberti, en octubre de 1927 en el estreno madrileño de Mariana Pineda en el Teatro Fontalba a cargo de la compañía de Margarita Xirgu. La homosexualidad de ambos (bisexualidad en el caso de Aleixandre) facilitó la comprensión mutua. Su relación, sin embargo, está llena de misterio. En 1937, un año después de su asesinato, le dedicó una sentida evocación publicada originalmente en El mono azul y luego incluida en su único libro en prosa, Los encuentros: “Era tierno como una concha de la playa. Inocente en su tremenda risa morena. Ardiente en sus deseos, como un ser nacido para la libertad”. “Yo le he visto”, prosigue, “en las noches más altas, de pronto, asomado a unas barandas misteriosas, cuando la luna correspondía con él y le plateaba el rostro; y he sentido que sus brazos se apoyaban en el aire, pero que sus pies se hundían en el tiempo, en los siglos, en la raíz remotísima de la tierra hispánica”. Aleixandre fue uno de los escogidos amigos a quien Federico leyó los Sonetos del amor oscuro, “prodigio de pasión, de entusiasmo, de felicidad, de tormento, puro y ardiente monumento al amor”.
Aleixandre perteneció a una familia de la burguesía española marcada, a la vez, por la prosperidad y la desdicha: tres de sus hermanos murieron antes de cumplir los tres años. Su padre era ingeniero de ferrocarriles, lo que motivó el traslado de la familia. Aunque nació en Sevilla, su infancia la pasó en Málaga, la “ciudad del paraíso”, como la llamó en un famoso poema escrito en 1944 pero publicado más tarde: “Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos. / Colgada del imponente monte, apenas detenida / en tu vertical caída a las ondas azules”. En Málaga compartió estudios con Emilio Prados. Ya en Madrid, donde se licenció en Derecho y obtuvo el título de Intendente Mercantil, tomó contacto con la obra de Rubén Darío, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez.
En la Residencia de Estudiantes conoce a su primera amante, la estudiante norteamericana Margarita Alpers, una mujer casada con la que supuestamente tuvo una hija nacida hacia 1922. Ese año comienzan sus eternos problemas de salud a causa de un fallo renal que deriva en una nefritis tuberculosa que no mejoró hasta que le fue extirpado el riñón en 1932. Entonces ya había intimado con otros poetas de su generación como Cernuda, Altolaguirre, Alberti y el propio García Lorca, que lo visitaron durante su convalecencia. Su segunda amante fue una cupletista, María Valls, conocida por Carmen de Granada, a la que dedicó al menos tres poemas en Ámbito y Sombra del paraíso (1944): “De tu almohada, la gracia y el hueco / y el calor de tus ojos ajenos”, escribe. Su agitada vida sentimental se completó con una tercera mujer, la hispanista alemana Eva Seifert, con la que estuvo ligado entre 1923 y 1927. Ella fue la que plantó con su ayuda en Velintonia el cedro que lo acompañó hasta el final.
La vida amorosa de Aleixandre cambia de género en 1930 cuando conoce al abogado socialista Andrés Acero con el que mantiene una intensa relación hasta que, al final de la guerra española, Acero huye a México. Una denuncia al comienzo del conflicto civil le supuso el internamiento en una checa aunque fue liberado de inmediato gracias a la mediación de Pablo Neruda. Tras la guerra, Aleixandre permanece en España, quizá retenido por su delicada salud que sufrió un nuevo empeoramiento en 1937, obligándolo a guardar cama. Durante el conflicto, su casa fue bombardeada y en 1940 su padre, que había sido purgado por el Frente Popular, murió en medio del desastre.
Unos meses antes de su asesinato, Lorca le recita lo que Aleixandre llama por primera vez los Sonetos del amor oscuro. “En las altas horas de la noche”, escribe, “discurriendo por la ciudad o en una tabernita (como él decía), casa de comidas, con algún amigo suyo, entre sombras humanas, Federico volvía de la alegría, como de un remoto país, a esta dura realidad de la tierra visible y del dolor visible […]. `Federico, ¡qué corazón! Cuánto has tenido que amar, cuánto que sufrir´. Me miró y sonrió como un niño”.
La relación de Aleixandre y Lorca está llena de misterio. En 1937, un año después de su asesinato, le dedicó una sentida evocación publicada originalmente en El mono azul y luego incluida en su único libro en prosa, Los encuentros: “Era tierno como una concha de la playa. Inocente en su tremenda risa morena. Ardiente en sus deseos, como un ser nacido para la libertad”.
El fin de la guerra civil supone un cambio en su poesía que pasa de la celebración amorosa con ecos surrealistas y símbolos oníricos al descubrimiento de la temática que derivaría en la poesía social, en libros como Historia del corazón (1954) y En un vasto dominio (1962). Al comienzo de la posguerra traba amistad con el crítico José Luis Cano y aviva su intensa y larga relación epistolar con el pintor manchego Gregorio Prieto, que abarca desde 1924 a 1981 y constituye una especie de memorias desnudas de Aleixandre de un lirismo intenso (las respuestas de Prieto no se han conservado): “¡Viva la desnudez y la pudorosa impudicia de los cuerpos encendidos, prestos para el amor!”.
A partir de entonces vive su exilio interior en su casa de Velintonia, que adquiere poco a poco las características de un país aparte, en medio de la brutalidad de la posguerra, donde reina la libertad y donde acuden las nuevas generaciones. Es la época de Sombra del paraíso que, junto a Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, constituyen las obras más representativas de la poesía del desarraigo de la primera posguerra. En esa época conoce al poeta Carlos Bousoño con quien mantuvo un apasionado idilio reflejado en la correspondencia reunida por el biógrafo Emilio Calderón en 2016: “Carlitines: qué gusto, voy a escribirte como me da la gana. Libertad: diosa mía. Acabo de recibir tu carta hermosa: dulce, alegre, fresca. Una pura delicia. Ah malísimo: lo que me has dicho y cantado con tus versos”.
La escritora Carmen Conde, separada de su marido, se muda al piso superior en compañía de su amante, Amanda Junquera. El ir y venir de amigos y creadores por Velintonia, 3, es intenso. Gil de Biedma, Francisco Brines, José Hierro, Ricardo Molina o, más tarde, Luis Antonio de Villena y Vicente Molina Foix son algunos de los más frecuentes.
En 1977 obtiene por sorpresa el Nobel que reconoce una “obra de creación poética innovadora que ilustra la condición del hombre en el cosmos y en nuestra sociedad actual”.
El 6 de octubre de 1984 una hemorragia intestinal interrumpe su reclusión en Velintonia y muere una semana después.