Actriz, mecenas, escritora y promotora cultural, nacida en Ciudad de México el 28 de abril de 1900 y muerta por su propia voluntad de un balazo en la catedral de Notre Dame de París el 11 de febrero de 1931, unos meses antes de cumplir los 31 años y tras un doble fracaso amoroso: con su marido, un inglés con el que se casó a los 18 años, y con el político José de Vasconcelos, con quien colaboró en la campaña por la presidencia de México. Antonieta visitó a Lorca en la Universidad de Columbia, durante la estancia del poeta en Nueva York en el otoño de 1929, con el propósito de financiar una representación en inglés de Don Perlimplín o bien de Los títeres de cachiporra. La escritora aparece en dos fotografías muy conocidas con Lorca, una junto a la gran esfera del reloj de sol de la universidad americana, en compañía de otros dos personajes identificados como un pianista de jazz y una bailarina de Hawái. En una carta dirigida al dibujante y muralista Manuel Rodríguez Lozano, el amor imposible de su vida dada su condición de homosexual, posterior al encuentro de Columbia, Mercado describe de este modo a Federico: “Un extraño muchacho de andar pesado y suelto, como si le pesaran las piernas de rodillas abajo -de cara de niño, redonda, rosada, de ojos oscuros, de voz grata. Sencillo de trato, sin llaneza. Hondo, se le siente vivo, preocupado de las mismas preocupaciones nuestras: pureza, Dios. Es niño. Pero un niño sin agilidad, el cuerpo como si se le escapara, le pesa. Culto, de añeja cultura espiritual, estudioso, atormentado -sensible…”. En 1982 el director Carlos Saura dirigió una película sobre la vida de la escritora con el título de Antonieta, protagonizada por Isabelle Adjani.
Antonieta, que a su interés por la escritura unió la defensa de los derechos de las mujeres y el activismo político, es en México un icono de la cultura universal.
Aunque en la biografía de Lorca es apenas un personaje esquinado que aparece y desaparece sin apenas dejar huella, tanto su pálida, distinguida y melancólica figura en las dos fotografías con el poeta como su trágica peripecia personal y su fama póstuma en México (el compositor Federico Ibarra se inspiró en ella para una ópera estrenada en el centenario de la Revolución Mexicana) la convierten en una figura fascinante que además compartía afinidades estéticas con el granadino. Antonieta, que a su interés por la escritura unió la defensa de los derechos de las mujeres y el activismo político, es en México un icono de la cultura universal.
El encuentro quedó fijado a fuego en la memoria de Antonieta, pues en una conversación con Herschell Brickell, uno de los primeros traductores de Lorca al inglés, recogida por Ian Gibson, vaticinó: “Estoy segura de que vosotros pensáis en Federico como poeta, pero un día será más conocido como dramaturgo. Yo he leído algunas de sus obras dramáticas y superan en calidad a sus mejores poemas”. Lorca, en los meses previos a su asesinato, planificó una gira por México con la compañía de Margarita Xirgu.
Federico, por su lado, también menciona la visita en una carta dirigida a su familia escrita en la primera semana de noviembre de 1929: “Os mando una fotografía en la que estoy con María Antonieta Rivas, una mejicana millonaria, fundadora de la revista Contemporáneos y Teatro Ulises de México, gran amiga mía”. En otra carta escrita pocos días antes les había informado de la existencia de “alguna millonaria interesada” en patrocinar la representación de las obras de títeres aludidas. El autor de las imágenes fue el pintor y director de cine mexicano Emilio Amero Mimiaga (1901-1976) con quien Lorca proyectó entonces rodar su guion Viaje a la luna.
Antonieta visitó a Lorca en la Universidad de Columbia, durante la estancia del poeta en Nueva York en el otoño de 1929, con el propósito de financiar una representación en inglés de ‘Don Perlimplín’ o bien de ‘Los títeres de cachiporra’. La escritora aparece en dos fotografías muy conocidas con Lorca, junto a la gran esfera del reloj de sol de la universidad americana.
Antonieta Rivas era hija del arquitecto Antonio Rivas Mercado, autor de la Columna de la Independencia o El ángel de la independencia colocada en 1910 en Ciudad de México durante la presidencia de Porfirio Díaz. Desde niña mostró inquietudes artísticas e incluso tras visitar la capital francesa a los ocho años tuvo el antojo de dedicarse al aprendizaje del ballet en la Ópera de París, pero su padre se opuso. Hablaba cinco idiomas además del español. La Revolución Mexicana puso en aprietos a su familia: su madre escapó a Europa y ella asumió el cuidado de la familia.
A lo largo de su carrera artística y de mecenazgo fundó el Teatro Ulises. Formó parte del patronato de la Orquesta Sinfónica de México y se rodeó de un amplio plantel de artistas, entre ellos el aludido Manuel Rodríguez, el pintor homosexual del que se enamoró y se convirtió en confidente.
En 1982 el director Carlos Saura dirigió una película sobre la vida de Rivas Mercado con el título de ‘Antonieta’, protagonizada por Isabelle Adjani.
Se casó a los 18 años con Albert Edward Blair, diez años mayor que ella, con el que tuvo un hijo en 1919. Tres años después el matrimonio estaba roto. Una de las causas fue la oposición del marido a la amistad entre Antonieta y el muralista Diego Rivera. Entre 1923 y 1926 Antonieta viajó con su hijo por Europa y a la vuelta se separó.
Su relación sentimental con el político José Vasconcelos comenzó en 1928 y terminó unos años después, tras su derrota como candidato a la presidencia mexicana a causa de los manejos antidemocráticos de sus rivales. Antonieta, que participó activamente en la campaña de Vasconcelos, se exilió en Nueva York y luego en París, donde trabajó como escritora y periodista.
En Francia, desquiciada por sus fracasos sentimentales y la derrota política, decide poner fin a su vida el 11 de febrero de 1931 con una pistola que había pertenecido a Vasconcelos y con una escenografía espectacular: la catedral de París. Incluso eligió el lugar exacto: “Es una banca que mira al altar del Crucificado, en Notre Dame; me sentaré para tener la fuerza de disparar”, anotó en su diario. Pocas horas antes de su muerte avisó al cónsul de México: “Antes del mediodía me habré pegado un balazo […]. Le ruego que cablegrafíe a [mi esposo Albert] Blair y mi hermano para que recojan a mi hijo. No lo hago porque no tengo dinero […]. Soy la única responsable de este acto con el cual finalizo una existencia errabunda”. Como compensación por la mancha moral del suicidio en un lugar consagrado, el gobierno mexicano regaló a la catedral de París una imagen de la Virgen de Guadalupe.