Actor, colaborador y estudioso del grupo teatral itinerante La Barraca fundado y dirigido por sus amigos Federico García Lorca y Eduardo Ugarte (1932 – 1936); se licenció en Biología y ejerció además como médico estomatólogo; fue científico, humanista, catedrático interino de Antropología y pintor surrealista. Nació en León el 11 de junio de 1912 y falleció en la misma ciudad el 27 de junio de 1994. Es autor del impagable y documentadísimo libro La Barraca. Teatro Universitario, publicado en la Biblioteca de la Revista de Occidente en 1976 con prólogo de Rafael Martínez Nadal, donde vierte sus recuerdos sobre las cuatro giras estivales en las que participó recorriendo los pueblos y aldeas perdidas de la España vaciada durante el periodo esperanzador de la República. Una personalidad múltiple y llena de inquietudes forjada en la Residencia de Estudiantes y bajo el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, a la que le tocó afrontar algunos de los episodios más trágicos de la historia del siglo XX en España. Pese a tales ajetreos y variedad de intereses, su obra es coherente con la convicción de que el trato humano debía prevalecer sobre las ideologías. Durante la dictadura fue un ejemplo cabal de exilio interior.
“Federico tenía doce años más que yo. Cuando lo conocí, él ya había terminado sus estudios y yo iniciaba mi vida de estudiante de Medicina». Sáenz fue el único leonés que perteneció a La Barraca durante cuatro años.
Sáenz de la Calzada perteneció a una familia progresista que le facilitó, como a sus hermanos, una educación liberal que culminó con su ingreso en la Residencia de Estudiantes, un hecho determinante en su vida que le abrió su mundo a ámbitos impensables. “Diariamente, los residentes nos tropezábamos con Ortega, con García Morente, con Orueta; a veces, con Unamuno, con Eugenio d’Ors y otras personalidades, que llenaban simplemente con su presencia de acendrada pasión y curiosidad de nuestro incipiente mundo. Moreno Villa nos llevaba todos los sábados al Museo del Prado para explicarnos los secretos de la pintura a través de los diversos estilos históricos. Innumerables poetas, como Federico García Lorca, Machado, Juan Ramón, Alberti, Emilio Prados, Guillén, Gabriel Celaya y otros, nos colaban en la vertiente lírica de las artes, y eso de modo insensible”, relataba en 1982 en un artículo en El País para conmemorar el centenario del nacimiento de Alberto Jiménez Fraud.
Pero entre todos sus nuevos conocimientos fue el encuentro con Federico García Lorca el que determinó su dedicación al teatro y a la pintura. “Federico tenía doce años más que yo. Cuando lo conocí, él ya había terminado sus estudios y yo iniciaba mi vida de estudiante de Medicina». Sáenz fue el único leonés que perteneció a La Barraca durante cuatro años. En 1933 actuaron en su provincia natal donde la compañía representó Fuenteovejuna y La tierra de Alvar González. Sáenz de la Calzada solía recordar que los actores se alojaron en el Hotel París. “A la mañana siguiente, al bajar a desayunar, Federico pidió con toda seguridad a la señorita que nos sirviera un `chocolate chorpatélico con un poco de ronronquelia*´. No es difícil de imaginar la cara de la pobre camarera”, solía contar.
Tras la Guerra Civil, el actor queda desconcertado, sin saber dónde ir, temeroso de que su amistad con Lorca y la pertenencia a La Barraca le pueda acarrear problemas. Para escapar de la incertidumbre eligió, entre todas las vocaciones que se habían manifestado, la del teatro. Gracias al actor Luis Escobar encauzó su vida profesional en aquellos años peligrosos de la primera posguerra. Dionisio Ridruejo le había encargado a Escobar que creara una especie de La Barraca inversa: una compañía de teatro nacional centrada en la representación de autos sacramentales con la que recorrer la geografía española. Luis Escobar, necesitado de actores, lo incorporó y en cierto modo le salvó la vida en un momento muy comprometido.
Sáenz de la Calzada fue también un pintor notable influenciado por José Caballero y Giorgio de Chirico.
Luego se sumió en un silencio que apenas rompió en alguna contada ocasión para recordar la España de la República en la que se formó. “Es tanto lo que le debo a La Barraca (Federico, Ugarte, mis compañeros todos, las excursiones sobre la vieja tierra de España) que todo debería hallarse nítido, claro, en los metacircuitos de mi memoria, ya que todo ha coadyuvado -¡y de qué manera!- a que mi Yo adquiera más prestancia, esto es, a que pueda ser más humildemente humilde, pero, a la vez, más tensamente vital […]. Lo que La Barraca representó en la España de la República, fue, constituyó el más alto hito de mis encrucijadas”, escribe en el prólogo a La Barraca. Teatro Universitario.
(*) Según Ian Gibson (Lorca y el mundo gay), Lorca gozaba inventando palabras, como chorpatélico, anfistora, pirulino, ronronquélico, pollancón (cojonudo) y, sobre todo, epente y epéntico, de las cuales fue prototipo don Elepente.