Prima hermana de Federico García Lorca, hija de Francisca García Rodríguez, conocida familiarmente como Frasquita, hermana de su padre, nacida en Fuente Vaqueros en 1888, con la que el poeta compartió años de anécdotas, admiración y enseñanzas y en la que se inspiró para la comedia inacabada Los sueños de mi prima Aurelia, una pieza en la que trabajó en el verano trágico de 1936, de la que se conserva solo el primero de los tres actos y que se iba a sumar, según el autógrafo, “a la serie de crónicas granadinas de la que forma parte Doña Rosita la soltera”. La empezó a escribir después del estreno de Yerma en diciembre de 1935. Marie Laffranque describe a la prima Aurelia verdadera como “guapa, sencilla y risueña”. La furgoneta que usaba en sus giras La Barraca fue bautizada por Lorca como La bella Aurelia.
Le daban horror las tormentas de verano, la dislocaban y sacaban a la luz todo el repertorio de recursos melodramáticos que tanto divertían a Federico que, en cuanto sonaba el primer trueno, salía disparado a su casa para no perderse el espectáculo: gritos, carreras despavoridas y soponcios más o menos fingidos.
Mujer singular poseedora de dotes artísticas innatas, en particular para la música: solía tocar la guitarra y cantar melancólicas tonadas que se quedaron prendidas para siempre en la memoria del poeta. Francisco García Lorca cuenta que solía hablar sin proponérselo mediante metáforas sorprendentes que encandilaban al poeta: “Echa los huevos cuando se ría el aceite”, le escuchó una vez. La fascinación que ejerció sobre Federico fue profunda hasta el punto de que el propio Federico se incluye como personaje en la comedia y conversa con ternura con la prima. Aurelia falleció en Fuente Vaqueros en 1964 a los 76 años.
Aurelia fue un pozo de anécdotas, todas muy literarias y divertidas, y aparece citada en numerosos testimonios y estudios sobre la vida y la obra de Federico. Hacia 1955, cuando la entrevistó Agustín Penón en su casa de Fuente Vaqueros, aún conservaba la personalidad viva, el humor y el instinto para las metáforas que embrujó a Federico:
“- ¿Recuerda alguna de aquellas coplas [que cantaba a Federico]?
– Sí que me acuerdo.
– ¿Y las podría cantar?
Aurelia ha tenido fama, desde muy joven de cantar muy bien. Todos en su familia me lo han dicho.
-Claro que sí -contesta Aurelia- aunque ya tenga la voz machacada por setenta martillazos.
(Aurelia me deja asombrado con esta sorprendente imagen de sus años)”.
Le daban horror las tormentas de verano, la dislocaban y sacaban a la luz todo el repertorio de recursos melodramáticos que tanto divertían a Federico que, en cuanto sonaba el primer trueno, salía disparado a su casa para no perderse el espectáculo: gritos, carreras despavoridas y soponcios más o menos fingidos. Francisco García Lorca, también seducido por la prima Aurelia, refleja cómo eran las actuaciones en cuanto el rayo iluminaba su casa: “Me contaba Federico que la prima Aurelia, medio desmayada durante una tormenta, y no sin cierta teatralidad, decía, recostada en una mecedora: `¡Mirad cómo me muero!´ […]”. La presencia guasona de Lorca durante los temporales era tan habitual que las primas echaban el cerrojo para que el niño llamara en vano y se fuera. “Que Federico veía entonces, no sin cierta ironía, la situación teatral, la habitación iluminada por las velas, lo prueba que, como mi madre me contaba, cuando se iniciaba la tormenta exclamaban mis tías y mis primas: `¡Que viene Federico!´. Echaban el cerrojo a la puerta y ya podían dramatizar a gusto”.
La Aurelia que aparece en la comedia del último tramo de la vida de Lorca es un trasunto literario forjado con todos los recuerdos de su infancia. La primera noticia de la obra apareció en la Sección de rumores del Heraldo de Madrid el 29 de mayo de 1936. Aurelia, según Gibson, estaba al tanto de que el poeta proyectaba convertirla en personaje de una comedia e incluso pensó para el papel en la actriz María Fernanda Ladrón de Guevara (1897-1974), madre de Amparo Rivelles y Carlos Larrañaga, si bien el autor comentó con sus amigos que prefería a la actriz Carmen Díaz (Sevilla, 1896-1979), que había triunfado con obras de los Quintero y Benavente. El anónimo autor del suelto anuncia que Lorca estaba trabajando en esta “elegía de la vida provinciana con todo lo que tenía de fabuloso y de ensueño antes de modernizarla el maquinismo, pugna de dos patentizada por Lorca en los tiempos ingenuos de la cría del gusano de seda y los febriles -y fabriles- de las refinerías de azúcar granadinas”.
La obra se desarrolla en 1910 en Fuente Vaqueros, aunque no se indica expresamente. 1910 fue para el poeta un año clave pues marcó el fin de la infancia y el traslado de la familia a Granada: Lorca lo usará como título para el poema que abre Poeta en Nueva York (1910. Intermedio) que empieza: “Aquellos ojos míos de 1910”, y en 1910 transcurre el tercer y último acto de Doña Rosita la soltera. En la comedia Aurelia tiene 25 años, la edad fronteriza entre quedar para vestir santos o casarse (la prima auténtica sí se casó). El primer acto ocupa 27 cuartillas por una sola cara, se desarrolla durante el Carnaval. De los otros dos actos, aunque no se conservan, nos han llegado indicios por el anónimo cronista del Heraldo: el segundo acto “figura ser un ensayo pueblerino de Mancha que limpia [título de un drama de celos decimonónico escrito por José Echegaray] y tal como lo cuenta García Lorca es de un humorismo magnífico”. Y del tercero sabemos que terminaba con una “bofetada terapéutica” propinada por Aurelia, que tiene la virtud de “transformar, como por magia, el escenario que ella pobló de ensueños en las cuatro paredes reales y verdaderas de su casa”.
En el comedor ficticio de Aurelia (“una habitación de pueblo con una cómoda sobre la que hay una gran cruz hecha con flores rosas de papel con hojas doradas […] y un testero lleno de fotos pequeñas puestas en marquitos dorados”) irrumpe en el primer acto el propio Federico García Lorca:
“NIÑO. Prima, qué guapa eres.
AURELIA. Más guapo eres tú.
NIÑO. Tú tienes cintura y pechos y pelo rizado con flores. Yo no tengo nada de eso.
AURELIA. Pero es que yo soy mujer.
NIÑO. Eso será.
AURELIA. Tú en cambio tienes lunares como lunas chiquititas de musgo tierno. ¿Por qué no me los das?
NIÑO. ¡Quítamelos!
AURELIA. Este que tienes aquí me lo pongo yo aquí. Y este, aquí. (Lo besa)”.