La formación académica de Federico García Lorca y su hermano Francisco, cuatro años menor, tuvo al menos dos círculos de influencia decisivos, en particular sobre Federico, más allá de las asignaturas y de su rendimiento como estudiantes: la personalidad de los profesores con que se encontraron en Granada, tanto en los centros públicos como en los privados, y las sirvientas con las que convivieron desde niños y experimentaron juegos y músicas y afinaron su sensibilidad.
En 1909, recién llegados a la casa de la Acera del Darro, ambos asistieron a las clases de refuerzo que impartían en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús un conjunto de profesores pintorescos algunos de los cuales aparecerían como personajes de ficción en Doña Rosita la Soltera. El director del centro, Joaquín Alemán, era pariente de Vicenta Lorca. Allí reunió un claustro singular formado, entre otros, por Benito Campoy, el profesor de Matemáticas, que según la leyenda “ejercía funciones policíacas en la ciudad” y era hipnotizador; Manuel Consuegra, profesor de Latín, que remataba sus comentarios académicos con interjecciones taurinas, y Martín Sherof Avi, encargado de Literatura y Preceptiva, un escritor fracasado.
El personal de servicio que acompañó a la familia Lorca ejerció una profunda influencia sobre los hermanos. Primero, en Fuente Vaqueros, las nodrizas. Carmen Ramos de Federico, según Gibson, y Dolores Cuesta, La Colorina, de Francisco. Una hija de Carmen Ramos fue niñera de Federico y compañera de juegos. La Colorina acompañó a la familia a Granada y se convirtió en una criada fidelísima que, tras la Guerra Civil, los esperó hasta que regresaron del exilio en 1951. La Colorina ejerció de madre tutelar de los hermanos cuando Vicenta Lorca fue hospitalizada en 1910 en una clínica tras el parto de su hija Isabel. “Nuestra casa fue realmente la suya y nosotros casi sus hijos”, sentencia la propia Isabel en sus memorias Recuerdos míos.
“Las primas favoritas”, como las llamaba el propio Federico, también ejercieron una influencia directa sobre el poeta: Clotilde García Picossi, que años después heredó de su padre la Huerta del Tamarit; Mercedes Delgado García y Aurelia González García, sobre la que escribiría la comedia inacabada Los sueños de mi prima Aurelia.