Una de las amistades más influyentes de Federico García Lorca en Madrid fue la de Salvador Dalí. Influyente y dolorosa, pues la relación, que incluía la atracción erótica, acabó de manera abrupta, en medio de una controversia que afectó profundamente al poeta. Dalí alentó al granadino en su faceta de dibujante y en su esfuerzo por comprender la pintura moderna. De hecho, reseñó su exposición en la galería Dalmau de Barcelona. Como contrapartida, Lorca, animó al pintor a que compusiera ensayos literarios.
La relación apasionada entre ambos culminó en 1926 con la Oda a Salvador Dalí, una poetización de la estética cubista, con la que Lorca no se termina de identificar, pero también un canto a la amistad, al Dalí de la época de Cadaqués. Un año antes, en abril de 1925, Lorca había visitado a la familia Dalí en su casa de Cadaqués. “Es”, escribió, “una clase de familia distinta a lo general y acostumbrada a la vida social, pues esto de invitar gente a su casa se hace en todo el mundo menos en España”.
La publicación de ‘Romancero gitano’ procuró a Lorca un éxito inmediato y la fama de poeta del gitanismo, que le influyó negativamente. Buñuel y luego Dalí, cuya relación amorosa con Federico ya se había debilitado, fueron sus mayores críticos.
En 1926 Lorca junto con Falla, De los Ríos y Hermenegildo Lanz fundó el Ateneo de Granada donde impartió una serie de conferencias de honda repercusión, entre ellas el Sketch de la nueva pintura y La imagen poética de don Luis Góngora. Esta última la envió a su amigo Jorge Guillén. Fue el inicio de una devoción colectiva por el poeta cordobés que vivió entre los siglos XVI y XVII y que culminó un año después con el homenaje en el Ateneo de Sevilla que dio origen a la Generación del 27 y en el que participaron Lorca, Alberti, Cernuda, José Bergamín, Juan Chabás, Gerardo Diego, Dámaso Alonso y Mauricio Bacarisse.
En 1927 estrenó en Barcelona y Madrid Mariana Pineda, la heroína cuyo monumento contemplaba desde su casa de la Acera del Casino de Granada. El estreno se retrasó a causa de las dudas de Gregorio Martínez Sierra que temía una reacción de la censura en plena dictadura de Primo de Rivera.
El Romancero gitano le procuró un éxito inmediato, aunque la fama de poeta del gitanismo le influyó negativamente. “Me va molestando un poco mi mito de gitanería. Confunden mi vida y mi carácter. No quiero de ninguna manera. Los gitanos son un tema. Y nada más […]. Además, el gitanismo me da un tono de incultura, de falta de educación y de poeta salvaje […]. No quiero que me encasillen. Siento que me van echando cadenas”, escribe. Buñuel y luego Dalí, cuya relación amorosa con Federico ya se había debilitado, fueron sus mayores críticos.