Federico García Lorca no fue ajeno a la creciente tensión política que invadía España y que culminó en la sublevación contra la República en julio de 1936. La violencia entre izquierdas y derechas en Madrid preludiaba el estallido de la Guerra Civil. Lorca, aunque eludía el compromiso partidario directo, apoyó más que nunca, a través de sus manifestaciones públicas, las ideas de renovación traídas por la II República.
Su actividad no se resiente. En enero aparece la primera edición de Bodas de sangre, en las Ediciones del Árbol, y de Primeras canciones, en la revista Héroe de Manuel Altolaguirre y Concha Méndez. Participa en el homenaje a Rafael Alberti y María Teresa León, y poco después en el que le tributan a Luis Cernuda y Hernando Viñes. En mayo firma la adhesión que el Frente Popular dedica a André Malraux, Jean Cassou y Henri Lenormand. En junio concluye Yerma y escribe el primer acto de la tercera comedia que iba a completar el ciclo de las crónicas granadinas, Los sueños de mi prima Aurelia.
Federico definió Granada en una entrevista como “Una tierra del chavico donde se agita actualmente la peor burguesía de España”, lo que pudo influir en su trágico final al regresar a la ciudad.
Sin embargo, dado que el clima de violencia en Madrid iba en aumento, igual que los rumores de un golpe militar, Federico decidió, el 13 de julio de 1936, el mismo día del atentado contra José Calvo-Sotelo, abandonar Madrid y marcharse a Granada a celebrar en la Huerta de San Vicente su onomástica y la de su padre como era costumbre en la familia. Ese día visita las oficinas de Cruz y Raya donde, al no encontrar a José Bergamín, le dejó una nota y el manuscrito de Poeta en Nueva York, que aparecerá publicado después de su asesinato.
Antes de partir a su tierra, en una entrevista con Luis Bagaría aparecida en El Sol, hizo una definición de Granada que pudo influir en su trágico final: “Una tierra del chavico donde se agita actualmente la peor burguesía de España”.