El mismo día de la partida hacia Granada, el 13 de julio, a bordo del tren nocturno, Federico García Lorca entregó a su amigo Rafael Martínez Nadal el manuscrito de El Público, una muestra de su teatro “irrepresentable” con el encargo de destruirlo si le pasaba algo.
El diario El Defensor de Granada anuncia en un suelto en portada la llegada de Lorca. El poeta se refugió en la Huerta de San Vicente donde pasó aquel trágico verano hasta su huida a la casa de la familia de su amigo Luis Rosales. El 20 de julio la sublevación triunfó en Granada capital y comenzó una feroz represión dirigida por el gobernador civil José Valdés que seguía instrucciones del general Queipo de Llano. Uno de los primeros detenidos fue su cuñado, Manuel Fernández-Montesinos, casado con su hermana Concha y entonces alcalde socialista de Granada. Fue fusilado en las tapias del cementerio, junto con el resto de la corporación y otros importantes políticos e intelectuales republicanos, el 16 de agosto de 1936.
Durante la estancia de Lorca en la Huerta se produjeron dos registros. El primero, el seis de agosto, a cargo de un grupo de falangistas capitaneados por Manuel Rojas Feijespán, que había sido condenado en 1934 a 21 años de cárcel por su actuación en la matanza de Casas Viejas. El 9 de agosto, tres días después, se presentó en la Huerta otro grupo formado por voluntarios que procedían en su mayor parte de Valderrubio y Pinos Puente al mando de un sargento retirado de la Guardia Civil: buscaban al casero Gabriel Perea para que confesara el paradero de sus hermanos. Entre los pistoleros estaban Enrique García Puertas, conocido como El Marranero; dos terratenientes y los hermanos Horacio y Miguel Roldán, cuya familia había perdido varios pleitos en los años veinte con don Federico por una propiedad en Valderrubio. Gabriel Perea fue atado a un cerezo y maltratado en presencia de todos. En ese momento Lorca concibió la idea de huir.