En 1929 se representó en el Teatro Cervantes de Granada, por fin, Mariana Pineda, estrenada en Madrid dos años antes, y apareció la segunda edición de Canciones, pero Federico García Lorca no se sobrepuso a la melancolía. En la primavera de 1929, Fernando de los Ríos propuso a su protegido que le acompañara a Nueva York, donde tendría la oportunidad de aprender inglés, de vivir por primera vez en el extranjero y, quizás, de renovar su obra. Se embarcaron en el Manuel Arnús el 12 de junio en Cádiz y llegaron a Nueva York el 26 de junio.
La estancia en Nueva York fue, en palabras del propio poeta, una de las experiencias más útiles de su vida. El año completo que pasó -entre el 12 junio de 1929 y el 30 junio de 1930- en Nueva York y Vermont y luego en Cuba, cambiaron, según Christopher Maurer, su visión de sí mismo y de su arte. Nada más llegar empezó a escribir uno de sus libros más importantes e influyentes, Poeta en Nueva York. Residió en la Universidad de Columbia y luego en Vermont.
En La Habana impartió cinco conferencias y trabajó en la obra teatral El público, que terminaría en Granada tras desembarcar en Cádiz a finales de junio, después de tres semanas de viaje.
El 14 de abril de 1931 se proclama la II República que supone la recuperación de las libertades públicas tras la Dictadura de Primo de Rivera, la restauración de las ilusiones perdidas, la renovación de las artes y las letras y el ensayo de nuevas políticas sociales y culturales que, sin embargo, levantaron en las derechas una seria y contundente oposición. Federico se sumó activamente al nuevo régimen. Bajo el patrocinio de los comités de cooperación intelectual, Lorca impartió numerosas conferencias sobre el cante jondo y sobre su experiencia en Nueva York, aunque su mayor compromiso lo adquirió con la creación de La Barraca, una compañía para difundir en la España rural el teatro clásico español.