“El día 17 de por la mañana fui al Gobierno Civil a llevarle la comida al señorito Federico. Llevaba las cosas en un cesto. Solamente un termo con leche, una tortilla, un peacico de pan, tabaco y unos pañuelos (…). Pregunté por él y después de insistir le hicieron subir unas escaleras. Todo estaba muy vigilado, con hombres armados, como en guerra que estábamos. Me revisaron la tortilla que llevaba. El señorito no quería comer. Un hombre recuerdo que me dijo: `Qué lástima de hijo, qué lástima de padre´. Yo le ponía las cosas encima de una mesa. Lo único que había era eso, una mesa, un tintero, papel y una pluma. Federico no escribía. No tenía ganas de comer. Estaba muy bien vestido, con un traje flamante (…). Fui durante dos días. El 17 y el 18 (…). Cuando llegué de nuevo al Gobierno Civil, en la mañana del día 19, pregunté, me dijeron: `García Lorca ya no está aquí”. Pero subí a la habitación para recoger el termo y la servilleta que había llevado el día anterior. El señorito no había comido”.