“A esa hora Federico no se dormía. Abría su balcón. Echaba la persiana y se ponía a escribir, según él hasta que entraba la luz; cerraba el balcón y entonces se dormía. Dormía sin duda, profundamente pues en casa no se guardaba ningún silencio. En aquellos veranos de las Huerta de San Vicente Federico no tenía todavía el piano. No lo oí nunca en la Huerta tocar la guitarra. Teníamos un gramófono y ponía muchos discos de música clásica, sobre todo de Bach y Mozart y de cante jondo… Federico no se dormía. Abría su balcón. Echaba la persiana y se ponía a escribir, según él hasta que entraba la luz”.