Contra la opinión de los derrotistas como Valladar, la plaza resistió. El propio Federico García Lorca lo dejó por escrito: “Afortunadamente no se hundió el aljibe y fue una fiesta con luna y lluvia […]. Ahora recuerdo como en un sueño (¿por qué tan lejos?) a la formidable Macarrona y al viejo cantaor de Puente Genil, piedra angular del Cante jondo. RAMÓN, el maravilloso cronista de El Pombo, decía que la única falta de las fiestas era la ausencia del mejor cantor que actualmente sigue condena perpetua en el Penal de Ocaña”.
El jurado de el Concurso de Cante Jondo se reunió al día siguiente y decidió conceder el premio Zuloaga de mil pesetas a El Tenazas; otro de igual cuantía a Caracol; tres de 500 a la niña Carmen Salinas, a Frasquito Yerbabuena y a José Soler, de Linares. El de 300 “a la señorita Gazpacha” y la pedrea de 125 a las niñas Concha Sierra y La Goyita. El premio de guitarra de 500 pesetas fue a parar a José Cuéllar y el de 250 al Niño de Huelva. La Macarrona, el Niño de Jerez y otros artistas cobraron sus contratos.
A partir de ahí empezó una resaca eterna de reflexiones, elogios y controversias que aún duran. El 28 de junio, en La Voz, Chacón, entrevistado por Luis Bagaría, declaró: “No me negará usted que es también una gran tristeza que tengan que venir tan ilustres artistas para darnos la mano y levantarnos de la decadencia en que hemos caído. Es triste que no hayamos sido nosotros bastantes para levantarnos. Cada día me explico menos […] por qué se ha perdido el recuerdo del famoso cante por seguiriyas de Curro Dulce y, en general, todo el cante de Silverio Franconetti, como no sea por el temor a no poder vencer las grandes dificultades que tenían”.
Tras el de Granada siguieron los concursos. El primero en Sevilla, entre protestas de los aficionados por sacar el cante de sus espacios íntimos y cerrados. Luego hubo otros concursos y réplicas. Según enumera Manuel de Falla, en Cádiz se preparaba un concurso popular, igual que en Jerez y en Sanlúcar, incluso en algunos barrios de Sevilla a pesar “de la hostilidad de ciertos sevillanos…”. También hubo réplica en Madrid y una, bastante estrafalaria, en Granada, de “cantaores ingleses y escoceses” que dejaron a Falla perplejo. “Numerosos escoceses con las pantorrillas al aire”, escribe Ramón, “van a descender del tren mañana o pasado con sus gaitas al hombro, con sus gaitas como perras de muchos pezones”.