Manuel de Falla, para evitar que el Concurso de Cante Jondo quedara reducido a una tentativa localista, decidió convencer y movilizar a sus amigos, la mayoría creadores residentes en otras provincias o en el extranjero. Músicos como el propio Falla, Enrique Fernández Arbós, Conrado del Campo, Joaquín Turina, Óscar Esplá y el musicólogo Adolfo Salazar, y artistas e intelectuales de la talla de Fernando Vela, Juan Ramón Jiménez, Alfonso Reyes o Ramón Pérez de Ayala firmaron la petición de ayuda al Ayuntamiento. No existe en la historia administrativa del Ayuntamiento de Granada una solicitud más acreditada artísticamente que esta.
Sin embargo, al primero que recurrió Falla fue al pintor vasco Ignacio Zuloaga, con quien mantenía una fructífera amistad y al que consideraba la persona apropiada para diseñar el complemento plástico necesario para realzar el certamen. “¿Tendría Vd. inconveniente en enviarme […] su adhesión a los fines de esa solicitud? […] ¿Tendría Vd. inconveniente en venir para esa época […] y dirigir cuanto se relacione con la decoración del lugar […], permitiéndonos usar su nombre?”, le pregunta Falla, que incluso le sugiere usar espejos antiguos para la tramoya, arañas de cristal, lámparas de iglesias y mantones alpujarreños.
Zuloaga, para estar a la altura, mandó un telegrama en castellano entreverado de caló: “Siempre fino entusiasta del cante y toque jondo, chanelo y endiquelo bastante con ellos […]. Daré un premio de mil pesetas a la mejor seguiriya gitana que se cante”. La respuesta, atribuida a Federico García Lorca, pero firmada por todos los cooperantes del concurso (Falla, Vílchez, Fernando Giner de los Ríos, Jofré…) seguía la broma: “Maestro: su épico telegrama de Vd. lleno de jocundidad, ha alborozado lo más íntimo de nuestro desfallecido garlochí”.
La buena disposición de Zuloaga era sincera, tanto que él mismo propuso exponer coincidiendo con el certamen y las fiestas del Corpus “12 o 15 cuadros” con el “único fin de dar una prueba de compañerismo a los artistas granadinos”.