Los animosos tertulianos del carmen de Alonso Cano lo primero que debieron resolver fue la financiación del I Concurso de Cante Jondo. Según sus cálculos, al menos deberían contar con 12.000 pesetas para cubrir los gastos. ¿Quién podría financiar el concurso? No lo dudaron: el Ayuntamiento de Granada. La petición razonada debía ser, además de una solicitud administrativa, el primer manifiesto para salvar el cante jondo. Dado que los impulsores carecían de una sociedad o corporación legalizada para recibir la ayuda decidieron delegar en el Centro Artístico, que se convertiría así no sólo en depositario sino también en administrador de la ayuda y de las ganancias procedentes de la venta de entradas. La decisión, aunque lógica, fue el primer error -quizá un error invencible- que cometieron los promotores, un fallo grave que, a la postre, redujo la estatura del ambicioso proyecto (que incluía la creación de escuelas de cante jondo en Granada y Sevilla y una promoción pedagógica constante).
El escrito resaltaba el gran valor del cante primitivo andaluz y alertaba del riego de desaparición. Para evitar el peligro y despertar “nuestras tradiciones líricas” proponían dos fases: celebrar el concurso y luego abrir una especie de escuelas de cante en distintas provincias andaluzas donde, durante cuatro o cinco meses, los viejos cantaores de mayor prestigio “inicien a los jóvenes en aquellos antiquísimos cantos”. La idealización romántica que los impulsaba a la búsqueda del origen del cante jondo en lejanas culturas acabaría chocando con la realidad.
Delegar en el Centro Artístico fue un error -quizá invencible- que cometieron los promotores, un fallo grave que, a la postre, redujo la estatura del ambicioso proyecto.
Previamente al concurso se realizaría una “activa propaganda mediante conferencias” y artículos para que las personas “de roma sensibilidad” no vean en el certamen solo una “fantástica juerga”. “Artistas de todas partes peregrinarán hacia ella [hacia Granada, como cuna del cante jondo] y todos los sacrificios que ahora realicemos serán pródigamente recompensados”. Ese era el sueño.
La solicitud cuantificaba el importe de la subvención: no menos de 12.000 pesetas, “las cuales servirán de base para nuestro programa”, una cifra a juicio de los solicitantes “insignificante” dada la repercusión del concurso que se celebraría, precisaban, coincidiendo con las fiestas del Corpus en la Placeta de San Nicolás, en el Albaicín, y que serviría como promoción turística. La petición tenía dos bloques diferenciados de firmas: el de los directivos del Centro Artístico, presidido por Antonio Rodríguez Molina y con Antonio Gallego Burín como vicepresidente, y el de los miembros de la Sociedad Nacional de Música, con Manuel de Falla a la cabeza.