Manuel de Falla consiguió que la casa discográfica Odeón grabara a los cantaores que acudieron a la cita en la Alhambra con el Concurso de Cante Jondo, aunque tuvo que luchar a brazo partido. El Tenazas, con el dinero del premio, se alojó varios meses en una pensión de la calle Tablas a la espera de que le liquidaran los derechos discográficos. Manuel Ángeles Ortiz recuerda que una tarde le dijo: “Me he salío de la Posá… y he alquilao en el Realejo un cuarto… porque me he juntao con una mujer […]. No piensen mal, no, no. Es pa que me avíe el puchero”.
La exposición en solitario de Zuloaga en el Carmen de los Mártires fue muy celebrada y quedó como un hito en la biografía de un pintor tan remiso a exponer en España.
Si el certamen acabó el 14 de junio, la gran controversia final, la apoteosis, aún no había comenzado. El 11 de julio Falla escribe alarmado a Zuloaga: “Las dificultades de lo del Cante jondo no han terminado aún. Figúrese Vd. -y asómbrese!- que ciertos socios del Centro [Artístico] dicen que no tienen que devolver a la comisión organizadora el beneficio líquido de las localidades (que parecen ser unas 8.000 ptas. con las que contábamos como base para el sostenimiento de la Escuela). Claro está que esos despreocupados, por no llamarles otra cosa, no cuentan entre muchos amigos, que sostienen cuales terribles son ellos; pero es lo cierto que el asunto se pone bastante feo […]. ¿Tendría Vd. inconveniente, llegado el caso, en enviarnos un telegrama de protesta?”. Falla, tan modoso y cauto, empieza a perder la paciencia pues teme que “por causa de esos frescos” no pudiera ponerse en marcha la escuela de cante ni el archivo fonográfico.
José Vallejo ha reunido el impagable intercambio de correspondencia entre ambos creadores y cómo las consecuencias que más temía Falla se fueron cumpliendo. Zuloaga estaba pasando por momentos complicados: las muertes de su cuñado y su suegra y la enfermedad de un hermano. Pero la falta de entendimiento con el Centro Artístico continuaba. En noviembre Falla anuncia al pintor que hace “dejación de mis derechos morales sobre el Cante jondo”. “Hemos decidido liquidar el asunto proponiendo [al Centro] que el producto del concurso (cerca de nueve mil pesetas) se entregara íntegramente a los pobres. Pero después de aceptada esta solución han vuelto a las andadas, pretendiendo emplear dicha suma en la fundación de una biblioteca”.
Falla considera el propósito inaceptable. Zuloaga, recién llegado de Londres, trata de mediar en la disputa localista: que se parta el dinero en dos mitades, una para los pobres y otra para comprar libros para la biblioteca. “El arte debe ser siempre nuestro consuelo… y nuestro sufrimiento”, termina Zuloaga su carta.
La carta de la ruptura de Falla y el Centro está fechada el 30 de noviembre de 1922: “En vista de esa obstinada incomprensión y de cuanto va unido fatalmente a ella, me veo obligado de hacer dejación de mis derechos morales sobre el asunto, lo que le participo para evitar a ustedes la molestia de venir a esta su casa si ha de ser para tratar de dicha cuestión”.
La polémica aún tuvo un último coletazo. Juan de Loxa cita el párrafo de una carta datada en 1926 de Fernando de los Ríos al ingeniero Juan José Santa Cruz a propósito de una eventual colaboración del compositor con el Centro: “Nuestro querido amigo el señor Falla no quiere colaborar con el Centro Artístico en tanto este no entregue a los pobres lo que les pertenece. Aquel malhadado asunto del Cante Jondo fue llevado con tan poco acierto que no extraño estas derivaciones”.