Casa, hoy de uso privado, donde residió el poeta culterano del siglo XVII Pedro Soto de Rojas. El Ateneo le rindió allí homenaje en 1926.
En la calle del Agua, en el Albaicín, está la casa ajardinada y casi secreta donde residió el poeta culteranista Pedro Soto de Rojas, elogiado por Cervantes y Lope de Vega, gran amigo de Góngora y canónigo de la Colegiata del Salvador. El lugar es conocido como el Carmen de los Mascarones y está ligado a Lorca y al grupo del Ateneo de Granada que le rindió homenaje en 1926 y colocó una placa de cerámica de Fajalauza en su memoria, que aún se conserva y que fue diseñada por Hermenegildo Lanz. El carmen se conserva intacto y es de propiedad particular.
La casa fue levantada en el primer tercio del siglo XVI sobre unos solares que antes fueron casa de moriscos. Soto, hijo de una familia pudiente, pasó en Madrid dos décadas con funcionario de rango y ejerció puestos ligados al Conde Duque de Olivares. Allí conoció a Cervantes y Lope, entre otros autores del Siglo de Oro. En 1626 tomó los hábitos de sacerdote y regresó a Granada como canónigo de la iglesia del Salvador, en el Albaicín. En este barrio hizo construir su casa provista de un gran jardín adornado profusamente con fuentes y estatuas que, como la mayoría de los cármenes, guarda celosamente de las miradas ajenas su riqueza interior. En ella residió unos años después el escultor José de Mora.
En la Casa de los Mascarones, Soto escribió su libro más conocido, Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos, un título que no sólo describe el propio carmen donde residió, sino que es la “más exacta definición de Granada”, según García Lorca.
En aquellos meses previos al homenaje a Góngora del Ateneo de Sevilla donde se cuajó la Generación del 27, los ateneístas granadinos quisieron homenajear a Soto de Rojas, contemporáneo del propio don Luis. Lorca contribuyó con una conferencia sobre el poeta barroco, pronunciada en el Ateneo el 17 de octubre de 1926. Dos días después leyó la Égloga y tres madrigales de Soto e incluso trató de poner en marcha una edición crítica de Paraíso cerrado que no llegó a imprimirse por falta de dineros y mecenas.
Lorca no pudo acudir en cambio, pues estaba de gira con La Barraca, al homenaje que los ateneístas tributaron a Soto y durante el cual colocaron una placa diseñada por Hermenegildo Lanz en la Casa de los Mascarones.
Entre los muchos textos que Lorca dedicó a su ciudad, el que refleja mejor la imagen espiritual que tenía de ella es el de la conferencia que dedicó a Soto de Rojas titulada Granada (paraíso cerrado para muchos). En ella expone su teoría sobre el apego de su ciudad natal con lo diminuto y su excesiva, aunque lírica, introversión. Lorca contrapone Granada a otras ciudades andaluzas como Sevilla o Málaga.
El libro de Soto refleja fielmente la estructura de su casa del Albaicín. Las siete partes del libro equivalen a las siete paratas principales de la vivienda que a su vez son el reflejo de las “Siete Mansiones Celestiales”. En cada una de esas partes Soto equipara los recursos literarios con la jardinería más elevada. Al final, el libro es una copia lírica del edén aristocrático donde se confinó por decisión propia.
García Lorca habla sobre Soto: “Don Pedro Soto de Rojas fue un vate granadino. Del siglo diecisiete. Discípulo de Góngora, ha permanecido injustamente en el oscuro color de los anónimos. Yo tengo el orgullo de haberlo descubierto y muy pronto publicaré con unas notas mías su Paraíso cerrado para muchos, jardín abierto para pocos. Este es un estupendo poema. El poema del jardín de Granada”.
(Entrevistas con José S. Serna publicada el 11 de julio de 1933 en El Heraldo de Madrid).
Granada, quieta y fina, ceñida por sus sierras y definitivamente anclada, busca a sí misma sus horizontes, se recrea en sus pequeñas joyas y ofrece en su lenguaje diminutivo soso, su diminutivo sin ritmo y casi sin gracia, si se compara con el baile fonético de Málaga y Sevilla, pero cordial, doméstico, entrañable. Diminutivo asustado como un pájaro, que abre secretas cámaras de sentimiento y revela el más definido matiz de la ciudad (…).
Granada no puede salir de su casa. No es como las otras ciudades que están a la orilla del mar o de los grandes ríos, que viajan y vuelven enriquecidas con lo que han visto. Granada, solitaria y pura, se achica, ciñe su alma extraordinaria y no tiene más salida que su alto puesto natural de estrellas. Por eso, porque no tiene sed de aventuras, se dobla sobre sí misma y usa del diminutivo para recoger su imaginación, como recoge su cuerpo para evitar el vuelo excesivo y armonizar sobriamente sus arquitecturas interiores con las vivas arquitecturas de la ciudad.
Por eso la estética genuinamente granadina es la estética del diminutivo, la estética de las cosas diminutas.
Las creaciones justas de Granada son el camarín y el mirador de bellas y reducidas proporciones. Así como el jardín pequeño y la estatua chica. (…).
El granadino está rodeado de la naturaleza más espléndida, pero no va a ella. Los paisajes son extraordinarios; pero el granadino prefiere mirarlos desde su ventana. Le asustan los elementos y desprecia el vulgo voceador, que no es de ninguna parte. Como es hombre de fantasía, no es, naturalmente, hombre de valor. Prefiere el aire suave y frío de su nieve al viento terrible y áspero que se oye en Ronda, por ejemplo, y está dispuesto a poner su alma en diminutivo y traer al mundo dentro de su cuarto. Sabiamente se da cuenta de que así puede comprender mejor. Renuncia a la aventura, a los viajes, a las curiosidades exteriores; las más veces renuncia al lujo, a los vestidos, a la urbe. Desprecia todo esto y engalana su jardín. Se retira consigo mismo. Es hombre de pocos amigos. (¿No es proverbial en Andalucía la reserva de Granada?).
Todo tiene por fuerza un dulce aire doméstico; pero, verdaderamente, ¿quién penetra esta intimidad? Por eso, cuando en el siglo XVII un poeta granadino, don Pedro Soto de Rojas, de vuelta de Madrid, lleno de pesadumbre y desengaños, escribe en la portada de un libro suyo estas palabras: “Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos”, hace, a mi modo de ver, la más exacta definición de Granada: Paraíso cerrado para muchos.
(Granada (paraíso cerrado para muchos))- Lugar Lorquiano
- Carmen de los Mascarones
- Lugar actual
- Carmen de los Mascarones
- Dirección
- Calle del Agua (Pagés, 20)
- Datos de la Visita
Edificio de propiedad privada. Sólo puede verse el exterior.