Colegio laico donde Federico y Francisco García Lorca recibieron clases de apoyo de bachiller. El edificio, privado, conserva elementos originales.
Los estudios de bachillerato de Federico García Lorca tras el traslado de la familia a Granada tuvieron dos escenarios principales, el Instituto General Técnico (situado entonces en el palacio de los marqueses de Caicedo, el hoy Conservatorio de Música Victoria Eugenia), donde acudía por libre y rendía exámenes, y el Colegio Sagrado Corazón (en la plaza de Castillejos, 3) un peculiar centro de enseñanza privado, propiedad de Joaquín Alemán, pariente de doña Vicenta Lorca, situado en una casona medio escondida junto a la calle San Jerónimo que, a pesar de su nombre, estaba en manos de seglares.
El edificio, hoy destinado a apartamentos, conserva las trazas de la época, en particular su patio con columnas, un pilar de mármoles y una especie de fuente adosada a la pared.
El plantel de profesores que trabajaba en aquel umbrío inmueble era muy particular, docentes con un profundo aire teatral que haría las delicias de Federico y que aparecerán citados en Doña Rosita la soltera con nombres y apellidos.
En el Sagrado Corazón, Federico García Lorca no dio muestras de gran interés por el aprendizaje, aunque le dejó una huella profunda el ambiente desordenado y bohemio que encontraron él y su hermano Francisco, cuatro años menor. “¡Cuántas veces habré oído aquella voz tan cultivada diciendo ‘¡Federico, estudia!´. Los años del Instituto y del colegio sin duda no fueron felices para Federico”, recuerda su hermano Francisco.
El plantel de profesores que trabajaba en aquel umbrío inmueble era muy particular, triste e imborrable en la memoria de los alumnos que pasaron por allí, docentes con un profundo aire teatral que haría las delicias de Federico. Todos eran profesores mal pagados con los que los alumnos establecían relaciones peculiares. Algunos de ellos aparecen citados en Doña Rosita la soltera, de Lorca con nombres y apellidos. Es el caso de don Manuel Consuegra, profesor de latín y aficionado a los toros. O Canito, un pasante que fue la diana de las bromas escolares. Por si le faltaba algún elemento extravagante al cuadro de profesores, el director, aficionado a los animales, instaló en la torre del colegio un palomar y una canariera.
Pero el profesor que caló más en Federico fue Martín Scheroff y Aví, un descendiente de los colonos alemanes que se establecieron en La Carolina (Jaén), encargado de Literatura y Preceptiva, pero farmacéutico de profesión y dramaturgo secreto. Le llegó tan hondo la personalidad de don Martín que muchos años después lo hizo revivir. Federico asistió al colegio y al Instituto General Técnico hasta que se matriculó, espoleado por el padre, en la Facultad de Derecho.
Uno de los profesores más singulares de aquel irrepetible colegio era el encargado de impartir matemáticas, don Benito Campoy. El docente, según el retrato que traza Francisco García Lorca, era un tipo que se hurgaba sin parar con un pañuelo unos ojos que lucían como carbones encendidos en su rostro de nieve. Don Benito era un profesional múltiple, pues además de la docencia ejercía funciones policíacas de “orden administrativo”.
Según la leyenda que circulaba en el colegio, a pesar de la irritación permanente de sus ojos, hipnotizaba a los detenidos de menor cuantía para arrancarles la confesión. ¡En clase hablaba con frecuencia de gastronomía y elogiaba ciertos platos exquisitos que en realidad solo los comía una vez al año! Cuando oía la voz del director, cruzaba las manos sobre el pecho y exclamaba; “¡Qué hermosa voz tiene el director de este acreditado boliche!”.
Otro de los profesores que aparecen con su propio nombre en Doña Rosita es don Manuel Consuegra, profesor de latín y gran aficionado a los toros que calificaba las traducciones de Federico y sus compañeros en términos festivos: “¡Olé, eso es un pase de pecho!”, exclamaba cuando el trabajo le satisfacía o “ha sido una espantá” cuando el estudiante eludía su deber en un olvido involuntario. Don Manuel era muy supersticioso y así aparece en la farsa de Lorca: “¡Llega la mala suerte! / Por la rueda de San Bartolomé /y la varita de San José / y la santa rama de laurel, / enemigo retírate”.
García Lorca ideó escribir Doña Rosita, donde aparecen los profesores del colegio del Sagrado Corazón en la Huerta de San Vicente en 1934, muchos años después de su experiencia escolar. En una carta fechada en el “julio-agosto de 1934” dirigida a Rafael Martínez Nadal escribe: “¡Queridísimo Rafael! Aquí estoy terminando la última escena de Yerma y planeando Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores, primera comedia del novecientos. Dentro de unos días estaré en Madrid para marchar a Santander con La Barraca, donde estaré una corta temporada, A mi vuelta te vendrás conmigo a la Huerta de San Vicente a pasar una larga temporada en la que podrás estudiar y disfrutar de este silencio y este prodigioso olor de jazmines. Así que no hagas planes de veraneo. A mi vuelta prepararé y terminaré Doña Rosita que, como la tengo tan bien pensada, solo me costará unos días de trabajo”. La comedia, sin embargo, no la acabaría hasta la primavera de 1935 y bien lejos de la Huerta.
MARTÍN. Mi vida de siempre. Vengo de explicar mi clase de Preceptiva. Un verdadero infierno. Era una lección preciosa: «Concepto y definición de la Harmonía», pero a los niños no les interesa nada. ¡Y qué niños! A mí, como me ven inútil, me respetan un poquito; alguna vez un alfiler que otro en el asiento, o un muñequito en la espalda, pero a mis compañeros les hacen cosas horribles. Son los niños de los ricos y, como pagan, no se les puede castigar. Así nos dice siempre el Director. Ayer se empeñaron en que el pobre señor Canito, profesor nuevo de Geografía, llevaba corsé; porque tiene un cuerpo algo retrepado, y cuando estaba solo en el patio, se reunieron los grandullones y los internos, lo desnudaron de cintura para arriba, lo ataron a una de las columnas del corredor y le arrojaron, desde el balcón, un jarro de agua.
TÍA. ¡Pobre criatura!
MARTÍN. Todos los días entro temblando en el colegio esperando lo que van a hacerme, aunque, como digo, respetan algo mi desgracia. Hace un rato tenían un escándalo enorme, porque el señor Consuegra, que explica latín admirablemente, había encontrado un excremento de gato sobre su lista de clase.
TÍA. ¡Son el enemigo!
MARTÍN. Son los que pagan y vivimos con ellos. Y, créame usted, que los padres se ríen de las infamias, porque como somos los pasantes y no les vamos a examinar los hijos, nos consideran como hombres sin sentimiento, como a personas situadas en el último escalón de gente que lleva todavía corbata y cuello planchado.
TÍA. ¡Ay, don Martín! ¡Qué mundo éste!
MARTÍN. ¡Qué mundo! Yo soñaba siempre ser poeta. Me dieron una flor natural y escribí un drama que nunca se pudo representar.
(Doña Rosita la Soltera o el lenguaje de las flores (Acto Tercero))- Ian Gibson. En Granada, su Granada. Plaza y Janés. Barcelona, 1989.
- Francisco García Lorca. Federico y su mundo. Alianza Editorial, Madrid, 1990.
- Federico García Lorca. Obras Completas, II. RBA-Instituto Cervantes. Madrid, 2006.
- Jesús Ortega. Álbum. Huerta de San Vicente, 2015.
- Jacinto S. Martín. García Lorca bachiller. Alhulia. Granada, 1998.
- Lugar Lorquiano
- Colegio Sagrado Corazón
- Lugar actual
- Placeta Castillejos, 3
- Dirección
- Placeta Castillejos, 3
- Datos de la Visita
El edificio que ocupó el Colegio Sagrado Corazón es actualmente una finca de viviendas privadas. Sólo puede verse el exterior.