Cortijo y tierras pertenecientes al término de Pinos Puente donde el padre de Lorca amasó su fortuna y donde el poeta vivió su primer “asombro artístico”.
El cortijo y la finca Daimuz Bajo, en la vega del Valderrubio pero pertenecientes al municipio de Pinos Puente, están ligados a Federico García Lorca por dos hechos en apariencia contradictorios: primero, fue el lugar donde se produjo el enriquecimiento definitivo de su padre, y, segundo, el territorio casi sagrado donde aconteció el “primer asombro artístico” que conmovió al futuro poeta y donde desplegó su sensibilidad creativa juvenil.
Allí, en aquel entorno idílico poblado por bosquecillos frondosos de chopos, el poeta pasó los mejores años de su infancia y juventud: entre sus alamedas y junto a las fuentes y a la orilla de los ríos ensayó sus primeras tentativas poéticas que luego formarían parte de volúmenes como Libro de poemas, Canciones y Suites y, pasado el tiempo, en otras de madurez como Diván del Tamarit, y en obras dramáticas como Bodas de sangre o La casa de Bernarda Alba.
«Mis primeras emociones están ligadas a la tierra y a los trabajos del campo. Por eso hay en mi vida un complejo agrario, que llamarían los psicoanalistas».
Daimuz (“alquería de la cueva” según la derivación árabe) es un cortijo formado por un conjunto de tierras de labor situado cerca de la confluencia del río Cubillas y la Acequia Grande que se extienden en torno al cortijo y más allá. La edificación, que ha experimentado numerosas transformaciones, consta de un patio de unos 400 metros cuadrados que conserva aún restos industriales de su último uso para las labores de tabaco. La finca, situada por la carretera de Láchar, a solo dos kilómetros de Valderrubio, y a la que se llega por un carril tras pasar una vaguada, fue adquirida por don Federico García Rodríguez en 1895. En la actualidad la finca, que pertenece al término municipal de Pinos Puente, abarca solo 16 hectáreas de labor y su futuro tiende más al uso cultural que al agrícola y se puede visitar a bordo de un tren turístico fletado por el Ayuntamiento.
Federico García Rodríguez fue de los primeros del pueblo en vender las hazas de Fuente Vaqueros para comprar tierra de secano. “Compró mucha en un secanal que no daba nada, pero que estaba al lado del río Cubillas y de la Acequia Grande. Hizo un plan de regadío (…). Él y un tal Daniel convirtieron aquel secanal en el hermoso cortijo de Daimuz Bajo con el que mi padre ganó mucho dinero”. La venta de la propiedad le permitió invertir en proyectos que entonces parecían arriesgados, como la industria remolachera, relata Isabel García Lorca.
La familia García Lorca trasladó su residencia a Valderrubio entre 1906 y 1907 para que el padre atendiera mejor sus negocios, pero solo permaneció dos años, hasta 1908, en que todos se trasladaron a su primer domicilio en Granada, en la Acera del Darro. La mudanza a Granada no los apartó de su querencia rural. La familia acudía todos los veranos a Valderrubio, tras la festividad del Corpus, a participar en la trilla y demás faenas agrícolas.
La relación de Federico y Francisco con Daimuz tiene el sabor de las experiencias primigenias. Francisco escribe: “Los primeros recuerdos de mi vida son de Daimuz, así como la primera imagen que guardo de mí mismo, de Federico y de mis padres, imagen que, por haber sido revivida muchas veces más tarde, la he conservado clara”.
También las experiencias juveniles de Federico están relacionadas con Daimuz, unos recuerdos sólidos de los que jamás se desprendió y que solía sacar a colación, ya como adulto, en los lugares y circunstancias más inesperadas. El 10 de marzo de 1934, en una entrevista con el periodista José R. Luna, de la revista Crítica de Buenos Aires, Lorca revela que fue en Daimuz donde sintió su primer “asombro artístico”: “Amo a la tierra. Me siento ligado a ella en todas mis emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor de tierra. Los bichos de la tierra, los animales, las gentes campesinas, tienen sugestiones que llegan a muy pocos. Yo las capto ahora con el mismo espíritu de mis años infantiles. De lo contrario, no hubiera podido escribir Bodas de sangre. Este amor a la tierra me hizo conocer la primera manifestación artística (…). Fue por el año 1906. Mi tierra, tierra de agricultores. Había sido siempre arada por los viejos arados de madera, que apenas arañaban la superficie. Y en aquel año algunos labradores adquirieron los nuevos arados Bravant -el nombre me ha quedado para siempre en el recuerdo-, que habían sido premiados por su eficacia en la Exposición de París del año 1900, Yo, niño curioso, seguía por todo el campo al vigoroso arado de mi casa, Me gustaba ver cómo la enorme púa de acero abría un tajo en la tierra, un tajo del que brotaban raíces en lugar de sangre. Una vez el arado se detuvo. Habían tropezado con algo consistente. Un segundo más tarde, la hoja brillante de acero sacaba de la tierra un mosaico romano. Tenía una inscripción que ahora no recuerdo, aunque no sé por qué acude a mi memoria el nombre de los pastores Dafnis y Cloe (…). Ese mi primer asombro artístico está unido a la tierra. Los nombres de Dafnis y Cloe tienen también sabor a tierra y amor. Mis primeras emociones están ligadas a la tierra y a los trabajos del campo. Por eso hay en mi vida un complejo agrario, que llamarían los psicoanalistas”. Aunque su hermano Francisco pone en duda el hallazgo, hay constancia de la aparición en las tierras del cortijo de monedas y restos de cerámica romanos.
Entre los muchos personajes ligados a Daimuz quizá el más conocido sea el “compadre Pastor”, el hombre de confianza de don Federico que le guió en el cuidado y desarrollo de los negocios ligados al cortijo.
El compadre Pastor le recomendó que dejara escoger la tierra a sus hermanos a condición de reservar para sí la que estuviera por debajo de la linde. Esto le permitió unificar las tierras, roturar los baldíos y aumentar el riego con los canales que trazó el propio Pastor.
Federico conoció bien al “compadre Pastor” que aparece iluminado por la nostalgia y la cercanía de la muerte en una prosa juvenil donde reconstruye uno sus primeros recuerdos: “La cocina se llenaba de humo de cigarro y de leña y las figuras parecían sombras pavorosas con las llamas. Yo me dormía acariciado por mi compadre Pastor y sentí entre sueños su voz que decía: `¡Callad!´ y después un hijo suyo me llevaba en los brazos, en volandas, hasta donde estaba mi madre que me apretaba contra su pecho cubriéndome de besos (…). Hasta que un día no fue, estaba ya muy viejo y tenía gran fiebre… mis padres estaban alarmadísimos y yo todo temeroso por su vida… el médico decía que estaba muy mal y que no saldría de esa enfermedad… Mi padre entonces mandó por los médicos de los pueblos cercanos, pero todos dijeron lo mismo. Yo estuve a visitarle porque preguntaba por mí… Estaba como muerto, con la boca entreabierta y los ojos cerrados. Al entrar yo los abrió y al verme sonrió tan dulce como él acostumbraba. Mi madre me tomó en brazos y me sentó en la cama. Él se incorporó, ayudado de una sobrina, y pasándome sus manos por mi cara me estuvo acariciando un rato, Luego me besó una mano, y dando un suspiro muy fuerte se dejó caer sobre las almohadas”.
Otro de los personajes habituales que aparecían por Daimuz era Nicasio, un pintor ambulante de puertas y ventanas que además de los útiles propios de su trabajo llevaba consigo un acordeón. Aquella figura está ligada al recuerdo de Francisco García Lorca: “En esta ocasión se le encargó algún trabajillo en el cortijo y, estando la familia reunida en la habitación de la entrada, que servía de comedor y sala, Nicasio, el pintor músico, tocaba su acordeón. Fue, quizá mi padre, quien dijo: `Paco, baila¨. Yo comencé, poco de acuerdo con la música, a correr de medio lado con paso inseguro, de una pared a otra del cuarto, entre las risas de la familia. Recuerdo, si no lo he recreado por una posterior rememoración, que mi hermano estaba sentado al lado de Nicasio, en los escalones de acceso a las cámaras altas. Federico se reía a carcajadas”.
La obra literaria de Federico inicial está plagada de referencias a la vida de la Vega. En el Libro de poemas (1921), por ejemplo, hay alusiones directas a los juegos infantiles y a las canciones del folclor de la tierra en poemas como Balada triste, Santiago, Balada interior (“Frío, frío / como el agua del río”).
Los recogidos en Suites son poemas breves, escritos entre 1920 y 1923, en la Residencia de Estudiantes o en Asquerosa, durante el verano. En julio de 1920, en la casa de Asquerosa, Lorca escribió varias suites cuya temática vuelve a ser la pérdida y la frustración definitiva del amor o la infancia perdida. En Momentos de canción, por ejemplo, aparecen los mismos elementos y la misma temática de Libro de poemas, pero su expresión poética es totalmente diferente.
Canciones, publicado en 1927 pero escrito entre 1921 y 1923, está compuesto también bajo la influencia directa de la Vega como lugar primordial y decisivo. La presencia del entorno campesino de Asquerosa se hace notar especialmente en algunas canciones: “Mi sombra va silenciosa / por el agua de la acequia” (Debussy); “niño, / ¡que te vas a caer al río!” (Narciso); “en el soto, / los alamillos bailan / uno con otro.” Hay un poema dedicado a “Irene García. Criada” y recreaciones de los juegos y las canciones infantiles.
En enero de 1935, a año y medio de su asesinato, Lorca vuelve a dar fe del peso que aún tiene en su obra la infancia pasada en los territorios de la Vega. En una entrevista de febrero de 1934 aparecida en La Voz de Madrid con el periodista Ángel Lázaro, Proel, declara: “Toda mi infancia. Pastores, campos, cielo, soledad. Sencillez, en suma. Yo me sorprendo mucho cuando creen que esas cosas que hay en mis obras son atrevimientos míos, audacias de poeta. No. Son detalles auténticos, que a mucha gente le parecen raros porque es raro también acercarse a la vida con esta actitud tan simple y tan poco práctica: ver y oír: ¡Una cosa tan fácil! ¿Eh?”.
La propiedad del Cortijo de Daimuz se remontaba documentalmente muchos siglos atrás. Los más remotos estaban escritos en lengua árabe lo que garantizaba que su origen no estaba relacionado con la desamortización de Mendizábal y el enriquecimiento fácil a costa de los bienes de la Iglesia.
Federico y Francisco dedicaron muchas horas a leer todos aquellos documentos, es más, hicieron de aquellos exámenes una forma de pasatiempo. “Cuántas veces Federico y yo nos entreteníamos en mirar aquellos documentos de letras en ocasiones dificilísimas para observar cómo cambiaban los nombres de pilar de los titulares; a veces como si fueran las damas de una comedia: doña Sol, doña Elvira, don Lope; y más arcaicos como doña Mencía”, recuerda Francisco García Lorca.
Por el río van mis ojos,
por el río…
Por el río se va mi amor,
por el río
(Mi corazón va contando
Las horas que está dormido.)
El río trae hojas secas,
el río…
El río es claro y profundo.
el río…
(Mi corazón me pregunta
Si puede cambiar de sitio)
- Isabel García Lorca. Recuerdos míos. Tusquets. Barcelona, 2002.
- Federico García Lorca. Poemas de la Vega. Selección de Javier Alonso Magaz, Luis García Montero y Andrea Villarrubia. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2014.
- Federico García Lorca. Palabra de Lorca. Declaraciones y entrevistas completas. Edición de Rafael Inglada y Víctor Fernández. Malpaso. Barcelona, 2017.
- Francisco García Lorca. Federico y su mundo. Alianza Tres. Madrid, 1990.
- Ian Gibson. En Granada, su Granada. Plaza y Janés. Barcelona, 1989.
- Ian Gibson. De Fuente Vaqueros a Nueva York. Grijalbo. Barcelona, 1985.
- José Mora Guarnido. Federico García Lorca y su mundo. Losada. Buenos Aires, 1958.
- Lugar Lorquiano
- Cortijo Daimuz
- Lugar actual
- Cortijo Daimuz
- Dirección
- Camino Láchar-Valderrubio