Casa de verano de la familia Lorca donde Federico escribió sus más importantes obras entre 1926 y 1936. De allí escapó tras la sublevación a casa de los Rosales.
La principal residencia de Federico García Lorca en Granada fue la Huerta de San Vicente, la casa de campo donde la familia pasó todos los veranos a partir de 1926; el lugar donde fueron escritas o trabajadas obras como Yerma, Bodas de sangre, el Romancero gitano, Doña Rosita la Soltera, El Público o Así que pasen cinco años, entre otras, y la casa, en fin, donde el poeta pasó algunas de las mejores y peores horas de su madurez (rupturas amorosas, dudas sobre la calidad de sus escritos, zozobra por las críticas al Romancero o a Mariana Pineda) y sobre la que se cernió, a partir de julio de 1936, la tragedia.
Lorca huyó de allí, ante los violentos y sucesivos registros por grupos incontrolados, la noche del 9 de agosto de 1936, a la casa de la familia Rosales Camacho donde fue detenido y trasladado al Gobierno Civil el 16 de agosto por una cuadrilla comandada por el ex diputado de la CEDA, Ramón Ruiz Alonso al que acompañaban varios facciosos.
El nombre original de la Huerta era de los Mudos y cuando don Federico la compró en 1925 por 32.350 pesetas le cambió el nombre en reconocimiento a su mujer.
En 1975 la Huerta estuvo a punto ser arrasada por un plan parcial de ordenación urbana diseñado por el Ministerio de la Vivienda. Las autoridades municipales no se dieron por aludidas hasta que, en enero de 1976, gracias a las protestas ciudadanas, el planeamiento fue modificado y la Huerta salvada.
La casa perteneció a la familia Lorca hasta los años ochenta en que fue adquirida por el Ayuntamiento de Granada el 6 de abril de 1985 con idea de convertirla en casa museo y trasladar allí parte del legado, lo que no se cumplió y abrió un campo de divergencias con los herederos. La construcción de la carretera de Circunvalación arrasó la zona de huertas y confinó la propiedad a un gran parque de 71.500 metros cuadrados rodeado por la autovía y por la calle Arabial, la nueva zona de expansión de la ciudad hacia la vega.
La propiedad original fue adquirida por don Federico García Rodríguez el 27 de mayo de 1925, fecha en que se firmó la escritura de compraventa, aunque no tomó posesión de ella hasta el 30 octubre. El nombre original de la Huerta, al menos en 1856, era de los Mudos y, antes, de Los Marmolillos aunque el nuevo propietario quiso que, a partir de su compra, se denominara de San Vicente en reconocimiento a su mujer, Vicenta Lorca. De hecho, instaló una imagen del santo, robada recientemente, en la hornacina de entrada.
La propiedad fue adquirida a Agustín Coca Hidalgo, un comerciante de Torvizcón, en la Alpujarra granadina, por 32.350 pesetas. La edificación estaba en el término de Jaragüi o Fargüi, el mismo al que pertenecía la vecina Huerta del Tamarit, propiedad de Francisco, uno de los hermanos de don Federico y luego de su hija Clotilde García Picossi, cuyo desengaño sentimental inspiró Doña Rosita la soltera. “Mi tío”, escribe Marcelle Auclair recogiendo una frase de Federico, “tiene las señas más bonitas del mundo: Huerta del Tamarit. Término de Fargüi. Granada”. La escritura más antigua de la propiedad se remonta a 1541.La estancia tuvo dos periodos distintos. Hasta 1933 fue la “distracción” y el “juguete” estival de la familia; a partir de 1933, tras el cierre del piso de la Acera del Casino número 31 y el traslado a Madrid, 31, se convirtió en la última propiedad familiar en Granada.
En 1925 la Huerta carecía de agua potable (la distribución no llegó hasta 1960) y de luz eléctrica. Alberca, aljibes y cañerías, perteneciente a la red hidráulica que construyeron los árabes, eran entonces elementos imprescindibles para el suministro. A la Huerta llegaba un ramal de agua. La luz eléctrica, en cambio, llegó con la familia en 1926 gracias a que don Federico era accionista de la compañía eléctrica.
La Huerta, de dos plantas, tenía 500 metros de superficie y dos edificaciones. La principal, la más antigua, de casi 187 metros cuadrados, y otra más pequeña, de construcción reciente, destinada en principio a guardar aperos y animales. Cuando los Lorca habitaron la Huerta acometieron diversas reformas.
El piso bajo estaba formado por un recibidor, cocina, sala de estar, el cuarto de Francisco y la despensa. Federico y su hermano compartieron habitación durante tiempo; luego, en la planta superior, fueron instalados los dormitorios de los padres y los de Federico, sus hermanas y las criadas. En los años treinta la casa experimentó una nueva ampliación.
La segunda edificación fue reformada y se convirtió en la residencia de los caseros. Gabriel Perea, el guardés, un segador de Valderrubio, llegó a la Huerta con sus dos hermanas y su madre a principios de 1926. Cobraban cuatro pesetas diarias. Tuvieron que esperar varios meses a que sus aposentos estuvieran listos. En las semanas posteriores a la Guerra Civil, Gabriel Perea fue azotado para que confesara el paradero de su hermano.
Federico y su hermano compartieron habitación durante tiempo; luego, en la planta superior, fueron instalados los dormitorios de los padres y los de Federico, sus hermanas y las criadas.
El dormitorio de Federico se conserva en su estado y orientación originales. En una carta a Jorge Zalamea, amigo suyo, describe las vistas de su alcoba: “Granada enfrente de mi balcón, tendida a los lejos con una hermosura jamás igualada”. El balcón también fue lugar de zozobra en los momentos más sombríos: “Si muero / dejad el balcón abierto”. En la pared se conserva una estampa de la Virgen Dolorosa de los Cuatro Puñales, una pintura de Rafael Alberti y el cartel de La Barraca diseñado por Benjamín Palencia.
La correspondencia de Federico está plagada de referencias encomiásticas a la Huerta y de invitaciones que giraba a sus amigos más íntimos, entre ellos Dalí, para que pasaran unos días. La Huerta fue un lugar de peregrinación de todos los íntimos granadinos de Federico, incluido Manuel de Falla y está ligada a las obras de madurez del poeta y dramaturgo.
Obras trabajadas en la Huerta
En el verano de 1926 Lorca trabajó en La zapatera prodigiosa, una obra concebida en 1924 y que corrigió hasta 1933. También escribió algunos de los poemas del Romancero Gitano, uno de ellos el dedicado a San Miguel Arcángel.
En 1927, entre Lanjarón y la Huerta, escribió la prosa titulada Santa Lucía y San Lázaro que iba a ser el comienzo de un libro titulado Poemas en Prosa.
En 1928 Lorca llegó a la Huerta el dos de agosto. Traía las críticas favorables del recién aparecido Romancero pero también las implacables de Salvador Dalí. En ese verano trabajó en Odas la antítesis del Romancero. Trabajó en la segunda y la tercera parte de la Oda al Santísimo Sacramento que dedicó a Falla y que no terminaría hasta noviembre de 1929, ya en Nueva York.
Lorca llegó a Cádiz desde La Habana en junio de 1930. En julio, en la Huerta, trabajó en una versión inicial de El público que había comenzado en Nueva York y Cuba. La obra la terminó el 22 de agosto en la Huerta, tal como consta en el manuscrito.
Lorca llegó a la Huerta el 26 de julio de 1931 y trabajó en el manuscrito de Así que pasen cinco años cuya terminación está datada el 19 de agosto. Asimismo, avanzó en otro proyecto fallido, los Poemas para los muertos, del que formaron parte inicialmente Tierra y luna y quizá Omega, ambos aparecidos en Poeta en Nueva York. También escribió la Alocución al Pueblo de Fuente Vaqueros que leyó en su pueblo natal en el mes de septiembre.
En el mes de agosto de 1932, en solo veinte días, trabajó en Bodas de sangre. Su hermano Francisco lo recuerda atareado en un proyecto que había empezado un año antes y que le obsesionaba desde hacía ya un lustro.
La estancia estival de 1933, a causa de la segunda y tercera salida de La Barraca, se redujo a dos o tres semanas. Durante ese periodo en la Huerta escribió los dos primeros actos de Yerma.
La tragedia sobre la infertilidad hubo de esperar hasta 1934. Ese verano Lorca residió en la Huerta durante dos periodos. El primero, entre el 16 de julio y los primeros días de agosto, poco antes de la cogida de su amigo el torero Ignacio Sánchez Mejías. Yerma, según el manuscrito, la dio por acabada el 24 de julio. La leyó poco después en la propia Huerta a Joaquín Amigo y Luis Jiménez Pérez. La segunda lectura se produjo 27 de septiembre en la Casa de los Tiros. Durante ese año y algunos anteriores también trabajó en el Diván del Tamarit tanto en la Huerta de San Vicente como en la del Tamarit, propiedad de su prima Clotilde García Picossi.
El último verano
En 1936, diez años después de la primera estancia de los Lorca, cambió radicalmente el signo de aquellas felices reuniones anuales a las que acudían desde Madrid los padres y se sumaban hermanos, parientes y amigos.
Lorca viajó de Madrid a Granada, tras muchas dudas a tenor del agravamiento de la situación política y, en particular, del asesinato un día antes de José Calvo Sotelo, el 14 de julio con idea de pasar su onomástica el día 18 de julio. Un mes antes lo habían hecho sus padres. “Rafael”, le dijo a su amigo Martínez Nadal antes de tomar el tren, “estos campos se van a llenar de muertos. Está decidido. Me voy a Granada y sea lo que Dios quiera”. Su llegada fue recogida en un suelto por el El Defensor de Constantino Ruiz-Carnero, que unas semanas más tarde también caería asesinado por un pelotón de los sublevados: “El ilustre autor de Bodas de sangre se propone pasar una breve temporada con sus familiares”, anunciaba el periódico.
Tras el segundo registro, en el que el guardés Gabriel Perea fue atado a un cerezo y maltratado en presencia de todos, Federico decidió huir de la Huerta y refugiarse en la casa de la familia Rosales.
El día 20 la familia Lorca conoce que los sublevados han detenidos al alcalde socialista y marido de Concha, Manuel Fernández-Montesinos. Los bombardeos producían estupor entre los residentes de la Huerta. Según el testimonio de Angelina Cordobilla, la niñera de la familia, el poeta preguntaba insistentemente: “Si me mataran a mí ¿lloraríais vosotros mucho?”.
– Primer registro. El seis de agosto se presentó en la Huerta un grupo de falangistas al mando del capitán Manuel Rojas Feigenspán, que había sido condenado en 1934 a 21 años de cárcel por su actuación en la matanza de Casas Viejas. Rojas estaba confinado en Motril pero escapó en los primeros días de la sublevación. Buscaba, al parecer, una emisora de radio a través de la cual Lorca se comunicaba con la Unión Soviética y que, según sus sospechas, escondía en el piano.
– Segundo registro. El 9 de agosto, tres días después, se presentó en la Huerta otro grupo formado por miembros que procedían en su mayor parte de Valderrubio y Pinos Puente al mando de un sargento retirado de la Guardia Civil: buscaban al casero Gabriel Perea para que confesara el paradero de sus hermanos. Entre los pistoleros estaban Enrique García Puertas, conocido como El Marranero; dos terratenientes y los hermanos Horacio y Miguel Roldán, cuya familia había perdidos varios pleitos en los años veinte con don Federico por una propiedad. Una hermana de los Roldán estaba casada por el capitán Antonio Fernández Sánchez, uno de los conspiradores más activos en Granada del golpe militar. Gabriel fue atado a un cerezo y maltratado en presencia de todos. Ante semejante escena Federico se planteó huir.
– Huida de Lorca. La noche de ese mismo día, el 9 de agosto, el chófer de la familia llevó a Lorca a la casa de los Rosales, a solos unos centenares de metros del Gobierno Civil (hoy facultad de Derecho, entrada por calle Duquesa), donde Federico, aconsejado por su amigo el poeta Luis Rosales, tendría más seguridad.
– El último registro de la Huerta se produjo el 15 de agosto, ya con Federico en casa de los Rosales, por una cuadrilla de paramilitares que ahora buscaba a Federico. El grupo lo manda un tal Francisco Díaz Esteve que registró incluso el piano en busca de una hipotética radio clandestina desde la cual el poeta, del que se sospechaba que era espía soviético, se comunicaba con sus amigos rojos.
– Falla y su hermana visitaron muchas veces la Huerta. Les iba a buscar el coche de familia y cenaban juntos. Dice Isabel García Lorca: “Una de las pocas cosas que me contaron del terror de la Guerra Civil fue la primera visita que hizo don Manuel a la Huerta, que fue cacheado por la policía que le habían puesto a mis padres para vigilarlos, y que él les dijo: `Vengo como artista, como amigo y como cristiano”.
Tras los asesinatos de Lorca y de Manuel Fernández-Montesinos, la familia permaneció dos años refugiada en la Huerta hasta que, atemorizada y vulnerable, se mudó a un piso en la calle Manuel del Paso, junto a la Basílica de las Angustias. Faltaban Francisco e Isabel García Lorca a quienes la guerra les había sorprendido fuera de Granada. Ambos coincidieron en Bruselas. En agosto de 1940 la familia llegó a América.
En el verano de 1935, en concreto del 21 de junio al 19 de julio, el periodista de ascendencia gallega, Eduardo Blanco-Amor fue huésped por segunda vez de la familia. Federico le dedicó la primera lectura de Doña Rosita la soltera.
Eduardo, aficionado a la fotografía. Dejó un impresionante material de Federico y su familia que constituye el único reportaje tomado en la Huerta de san Vicente. En las fotos aparecen Vicenta Lorca y los hermanos Tica, Conchita y Manuel Fernández Montesinos, hijos de Concha García Lorca y del futuro alcalde socialista Manuel Fernández-Montesinos, asesinado en los primeros días de la insurrección militar de 1936.
El legado está formado por 16 fotografías. Hay dos series, una hecha en la terraza al atardecer, y otra tomada en diferentes espacios del exterior y el interior de la casa. A esta última serie pertenecen las imágenes de Federico vestido con el mono de La Barraca o posando con su madre en el comedor o tocando el piano. En conjunto, las imágenes del reportaje están entre las más reproducidas.
Tras la guerra Banco-Amor se exilió a Argentina. Las fotos permanecieron en su mayoría inéditas hasta 1952. Blanco rehusó firmar las imágenes en España hasta 1959 en la revista Ínsula. Antes, en 1954, fueron reproducidas sin firma en la primera edición de las Obras Completas de Arturo del Hoyo.
La última obra que leyó Lorca a sus amigos, recién llegado de Madrid, fue La casa de Bernarda Alba en el carmen Alonso Cano, en el Albaicín, propiedad de su amigo Fernando Vílchez. Lorca utilizó para la lectura no el manuscrito sino una copia mecanografiada que, tras su muerte, fue reproducida por el escritor José Fernández Castro y enviada, ya después de la guerra, a sus familiares exiliados en Estados Unidos. Ese ejemplar fue el que utilizó Margarita Xirgu para el estreno en 1945 en Buenos Aires.
Una de las postreras visitas que recibió Federico en la Huerta fue la de su íntimo Eduardo Rodríguez Valdivieso con quien mantuvo una estrecha relación epistolar cuyo contenido accedió a publicar en 1995, dos años antes de su muerte. Valdivieso estuvo en varias ocasiones en la Huerta en julio de 1936. Uno de esos días de guerra y represión, Lorca bajó de su dormitorio muy alborotado y le dijo que había tenido un sueño inquietante: un grupo de mujeres enlutadas enarbolaban unos crucifijos, también negros, con los que le amenazaban. Las seis cartas fueron adquiridas en 1995 por el Patronato García Lorca de Fuente Vaqueros y se conservan en el vecino archivo del Centro de Estudios Lorquianos.
La última residencia de la familia García Lorca en Granada, después del asesinato de Federico y su cuñado Manuel Fernández-Montesinos, fue en un piso situado en la calle Manuel del Paso. Se mudaron allí desde la Huerta en octubre de 1938 y permanecieron hasta el final de la contienda en que decidieron embarcar a Nueva York a donde llegaron en el verano de 1940.
La casa, hoy desaparecida, estaba situada prácticamente enfrente de la vivienda de la Acera del Darro, 50, adonde llegaron desde Valderrubio en 1908 y donde nació Isabel García Lorca, La casa tenía tres pisos. Allí se enteraron por boca de la fiel sirvienta Dolores La Colorina, que trajo la noticia de la calle, de la caída de Madrid, “La cocina se llenó de gente turbada. Todos lloraban; yo también contagiado por aquel coro. Todos menos mi abuelo que al cabo de un rato de escuchar los quejidos se acercó a mi abuela y dijo, tan serio: ´Vámonos Vicenta`. El exilio acaba de empezar”, recuerda Manuel Fernández Montesinos, nacido en 1932, en sus memorias.
“Hay tantos jazmines en el jardín y tantas damas de noche que por la madrugada nos da a todos en casa un dolor lírico de cabeza”.
(A Jorge Guillén, 1926)“El verano se acaba y yo sigo colgado, sin el menor atisbo de iniciar mi labor de poeta dramático. Yo no sé qué hacer y estoy fastidiado, porque como mis padres no ven nada práctico en mis actuaciones literarias están disgustados conmigo”.
(A Eduardo Marquina, 1926)“Ahora vivo en la Huerta de San Vicente de la Vega, recientemente adquirida por mi padre. El jardín tiene una cantidad prodigiosa de jazmines centenarios. Yo trabajo”.
(A Javier Garau, 1926)“Estoy en plena bucólica, todo el día comiendo exquisita fruta y cantando en el columpio con mis hermanos, y hago tantísima tontería que a veces me avergüenzo de la edad que tengo”.
(A Sebastià Gasch, 1927)“Ahora estoy como sabes en la Huerta de San Vicente, junto a Granada. Aquí estoy bien, la casa es muy grande y está rodeada de agua”.
(A Ana María Dalí, 1927)“Estoy en la Huerta de San Vicente, una preciosidad de árboles y agua clara, con Granada enfrente de mi balcón, tendida a lo lejos con una hermosura jamás igualada”.
(A Melchor Fernández Almagro, 1928)“Todo el día tengo una actividad poética de fábrica. Y luego me lanzo a lo del hombre, a lo del andaluz puro, a la bacanal de carne y de risa. Andalucía es increíble. Oriente sin veneno. Occidente sin acción. Hoy hace un día gris en Granada de primera calidad. Y a pesar de todo no estoy bien ni soy feliz”.
(A Jorge Zalamea, 1928)“Estoy enfrascado en la Oda al Santísimo Sacramento del Altar. Veremos a ver. Es dificilísima. Pero mi fe la hará”.
(A Jorge Zalamea, 1928)“Yo trabajo mucho. Ahora mismo mi casa está llena de canciones de cuna para dormir a la niña, y ya están dormidas mi mamá, mis hermanas, mi papá, los árboles y los perros, menos la niña, que no se duerme nunca”.
(A Carlos Morla Lynch, 1931)He terminado Así que pasen cinco años, estoy en cierto modo satisfecho, y llevo mediado el drama en verso para la Xirgu. He sido como una fuente. Día, tarde y noche escribiendo. Algunas veces he tenido fiebre”.
(A Regino Sáinz de la Maza, 1931)“Aquí estoy terminando la última escena de Yerma y planeando Doña Rosita o el lenguaje de las flores. Dentro de unos días estaré en Madrid para marchar a Santander con La Barraca. A mi vuelta te vendrás conmigo a la Huerta de San Vicente, en la que podrás estudiar y disfrutar este silencio y este prodigioso olor de jazmines”.
(A Rafael Martínez Nadal, 1934)“A esa hora Federico no se dormía. Abría su balcón. Echaba la persiana y se ponía a escribir, según él hasta que entraba la luz; cerraba el balcón y entonces se dormía. Dormía sin duda, profundamente pues en casa no se guardaba ningún silencio. En aquellos veranos de las Huerta de San Vicente Federico no tenía todavía el piano. No lo oí nunca en la Huerta tocar la guitarra. Teníamos un gramófono y ponía muchos discos de música clásica, sobre todo de Bach y Mozart y de cante jondo… Federico no se dormía. Abría su balcón. Echaba la persiana y se ponía a escribir, según él hasta que entraba la luz”.
(Isabel García Lorca, 2002)- Manuel Fernández-Montesinos. Lo que en nosotros vive. Tusquets. Barcelona, 2008.
- Federico García Lorca. Obras completas IV, V y VI. RBA-Instituto Cervantes. Barcelona 2006.
- Francisco García Lorca. Federico y su mundo. Alianza Tres. Madrid, 1990.
- Isabel García Lorca. Recuerdos míos. Tusquets. Barcelona, 2002.
- Ian Gibson. Federico García Lorca. Biografía. Grijalbo. Barcelona, 1987.
- Eduardo Molina Fajardo. Los últimos días de García Lorca. Plaza y Janés. Barcelona, 1983
- Jesús Ortega. Álbum. Huerta de San Vicente. Granada, 2015
- Marta Osorio. Agustín Penón. Miedo, olvido y fantasía. Comares, Granada, 2009.
- Antonina Rodrigo. La Huerta de San Vicente. Cuadernos Hispanoamericanos. Volumen II: Homenaje a García Lorca. Con Federico. En memoria, núm. 435-436 (septiembre-octubre 1986), pp. 817-834.
- Lugar Lorquiano
- Huerta de San Vicente
- Lugar actual
- Huerta de San Vicente - Casa Museo Federico García Lorca
- Dirección
- Parque Federico García Lorca (Virgen Blanca, s/n)
- Web
- http://www.huertadesanvicente.com/
- Teléfono
- 958 849 112
- info@huertadesanvicente.com
- Datos de la Visita
Las visitas son guiadas. Tienen una duración de 30 minutos. El aforo máximo en cada visita es de 15 personas.
Los grupos se atienden con reserva previa.
Por favor, consulte la web del museo para horarios y días de apertura.