La familia Lorca aprovechó las estancias anules en Lanjarón para recorrer parte de la Alpujarra. Visitaron Órgiva, Cáñar, Carataunas y Pitres, a veces con Falla y otros amigos.
Federico García Lorca y el compositor Manuel de Falla, acompañados por los futuros catedráticos José Manuel Segura y Antonio de Luna, más el abogado Rafael Aguado Martín-Montijano, propietario del Cortijo de Los Montijanos, aprovecharon su estancia en Órgiva a comienzos de 1926 para visitar otros enclaves.
Examinaron la Cueva de Sortes, una oquedad natural situada sobre un bloque de tierra caliza que usaban los pastores como refugio. La cueva, que aún se puede visitar, está relacionada supuestamente con la composición del romance de García Lorca La casada infiel.
Federico, impresionado por la belleza de las gentes de la Alpujarra, escribió: «Hay desde luego dos razas perfectamente definidas. La nórdica, galaica, asturiana, etcétera, y la morisca, conservada purísimamente. Gentes de ojos azules y gentes de ojos… indescriptibles.»
Según la versión más repetida, estando todos reunidos a la hora de la cena en Los Montijanos, convocaron al hijo del guardés, un guitarrista aficionado que interpretó por soleá los primeros versos de un romance popular que circulaba entonces: “Que yo me la llevé al río, / creyendo que era mozuela, / pero tenía marido”. Federico, vivamente impresionado, anotó los versos y más tarde los convirtió en el romance de La casada infiel del Romancero gitano, que apareció publicado en 1928 en Revista de Occidente. Al muchacho se le vincula con un pintoresco habitante de la Cueva de Sortes, Ramón Naranjo Carmona, apodado El Guajiras.
En una carta de Federico a su hermano Francisco, en febrero de 1926, aún impresionado por la visita, escribe: “Los tipos humanos son de una belleza impresionante. Nunca olvidaré el pueblo de Cáñar (el más alto de España) lleno de lavanderas cantando y pastores sombríos. Nada nuevo literariamente. Hay desde luego dos razas perfectamente definidas. La nórdica, galaica, asturiana, etcétera, y la morisca, conservada purísimamente. Gentes de ojos azules y gentes de ojos… indescriptibles. Vi a una reina de Saba desgranando maíz sobre una pared color betún y violeta, y vi a un niño de rey disfrazado de hijo de barbero. No hay comunicaciones, son finos hospitalarios y, excepto los secretarios de ayuntamiento, tienen noción de la belleza del país”.
A la mirada de Lorca sobre la Alpujarra en 1926, a dos años tan solo de la publicación del Romancero gitano, donde incluyó el conocido Romance de la Guardia Civil, no escapó el poder despiadado e inhumano que, según los testimonios, ejercía el cuerpo armado en aquellas zonas rurales. Un mes después de la visita, en febrero de 1926, Lorca escribió a su hermano Francisco a propósito de la Alpujarra: “Un cabo de Carataunas a quien molestaban unos gitanos, para hacer que se fueran, los llamó al cuartel y con unas tenazas sacadas de la lumbre le arrancó un diente a cada uno diciendo: `Si mañana estáis aquí, caerá otro´. Naturalmente los pobres gitanos mellados tuvieron que emigrar a otro sitio. Esta Pascua, en Cáñar, un gitanillo de 14 años robó cinco gallinas al alcalde. La Guardia Civil le ató un madero a los brazos y lo pasearon por todas las calles del pueblo dándole fuertes correazos y obligándole a cantar en alta voz. Me lo contó un niño que vio pasar la comitiva desde la escuela. Su relato tenía un agrio realismo conmovedor. Todo esto es de una crueldad insospechada… y de un fuerte sabor fernandino”. La tremenda y sanguinaria descripción quizá pudo influir en los más duros versos del romance que, según algunos, le costó a Lorca la animadversión de las derechas.
Tras la ruptura en 1928 con Salvador Dalí y Luis Buñuel y el alejamiento sentimental de Emilio Aladrén, Lorca sufrió una crisis personal que lo impulsó a viajar a Nueva York en 1929. En las cartas enviadas a su familia desde Estados Unidos recuerda con insistencia a sus hermanos que acompañen a su madre a Lanjarón.
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
*
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.
(Federico García Lorca. Romancero gitano, 1928)
(La casada infiel)- Arredondo Valenzuela M. García Lorca en Lanjarón. Un poeta y un paisaje, incluido en Lanjarón, paisajes del agua. Balneario de Lanjarón, 1999.
- Adoración Elvira Rodríguez y Fernando Rubio Muñoz. Lorca en el país de ninguna parte (Lanjarón-Alpujarra). 2017.
- Federico García Lorca. Obras Completas I y IV. RBA-Instituto Cervantes. Madrid, 2006.
- Isabel García Lorca. Recuerdos míos. Tusquets. Barcelona, 2002.
- Juan González Blasco. Órgiva. Hitos de su historia. Volumen II. Editorial Hermanos Gallego Hódar. Órgiva, 2001.
- Lugar Lorquiano
- Cáñar y Carataunas
- Lugar actual
- Cáñar y Carataunas
- Datos de la Visita