Finca destinada a las vacaciones escolares pero que a partir de 1936 se convirtió en cárcel. Allí pasó su última noche Lorca. Se conservan las ruinas del molino.
Las Pasaderas de Víznar eran, en los años anteriores a la Guerra Civil, un pintoresco cortijo con un molino junto a la acequia de Aynadamar situado en la salida del pueblo, camino de Alfacar. En el verano de 1934 las autoridades de la República convirtieron la finca, conocida también como Villa Concha, en una casa de veraneo para niños, en unas colonias en las que se alojaban bulliciosos grupos de chavales que trajeron la alegría a aquella edificación de dos plantas de vistas prodigiosas contigua al camino entre los dos pueblos. Aunque sólo fue utilizada para ese menester dos años, las crónicas sobre la historia de la represión nacionalista, los libros de historia de la Guerra Civil y los manuales de literatura la bautizaron para siempre como La Colonia.
El histórico inmueble fue derribado en los años setenta y solo quedan los restos de las escaleras y del molino. La Junta de Andalucía lo adquirió y declaró lugar de Memoria Histórica, como el resto de los sitios lorquianos que hay en Víznar y Alfacar. El Ayuntamiento de Víznar ha propuesto en distintas ocasiones su rehabilitación.
Allí, en el piso inferior, Federico García Lorca pasó las horas finales de su cautiverio antes de ser fusilado en un lugar aún no aclarado a entre uno y dos dos kilómetros de distancia.
Los sublevados desalojaron a los niños de La Colonia a primeros de agosto de 1936 y convirtieron el inmueble en una especie de cárcel donde los detenidos pasaban sus últimas horas antes de ser fusilados. En los primeros días, los detenidos fueron ejecutados en Puerto Lobo; a partir de mediados de agosto en la carretera hacia Alfacar y ya desde septiembre, cuando la represión recayó sobre los huelguistas y simpatizantes republicanos, en el Barranco de Víznar. Este último tercio fue el más sangriento.
El primer ejecutado en Víznar, según Molina Fajardo, fue un maestro de Huétor Vega a quien condujeron hasta Puerto Lobo. En el Prado de la Casilla, camino del sanatorio de la Alfaguara, cayeron 17 infortunados simpatizantes de izquierdas en los primeros momentos. También fueron acribillados Agustina González, La Zapatera, Carmela la de los Pajaritos y otras dos jóvenes que regentaban una pensión en la calle Mesones.
Lorca, vestido con pijama, llegó a La Colonia la medianoche del 16, el 17 o el 18 de agosto desde Granada a bordo de un vehículo en el que viajaban los otros condenados vigilados por los carceleros. Según las diferentes reconstrucciones, el vehículo llegó al Palacio del Cuzco de Víznar, donde los facciosos habían montado su cuartel general, y pidió la venia al jefe del sector, el capitán José María Nestares, y luego siguió camino a La Colonia.
Allí, en el piso inferior, Federico García Lorca pasó las horas finales de su cautiverio antes de ser fusilado en un lugar aún no aclarado a entre uno y dos dos kilómetros de distancia. El poeta llegó a Víznar en automóvil acompañado de los banderilleros Juan Arcoyas Cabezas y Francisco Galadí, y un delincuente común apodado El Terrible.
En La Colonia estaban ya alojados, a la espera de su inminente fusilamiento, el maestro de Pulianas Dióscoro Galindo y un chico acusado de robo a mano armada. Ian Gibson y Agustín Penón sugieren que durante el tiempo que pasó allí, Lorca pidió un confesor y que, al no encontrar al cura, uno de los guardias le ayudó a rezar una oración.
El piquete de fusilamiento que acabó con Lorca y sus compañeros de cautiverio se formó al amanecer del 17, 18 o 19 de agosto, y estuvo integrado, según el investigador Miguel Caballero, por nueve guardias cuya filiación es la siguiente: Ajenjo Moreno, Benavides Benavides, Salvador Baro Leyva, El Salvaorillo; Jiménez Cascales, seleccionado por su fama de “tirador certero”; Fernando Correa Carrasco, Hernández Martín, Rodríguez García y Hernández Jiménez. Caballero exculpa a Antonio Ayllón Fernández ya que se incorporó al frente de Víznar el 26 de agosto.
Molina Fajardo, por su lado, sostiene que el pelotón lo integraron los guardias que habían trasladado a los condenados desde Granada, entre ellos Antonio Ayllón Fernández, Fernando Correa, Benavides (que luego se jactaría de haberle reventado la cabeza a Lorca de dos tiros) y otro apellidado Villegas que formaba parte de la escuadra negra con El Chato de Plaza Nueva y El Panaerillo. Entre los civiles formó parte del pelotón Juan Luis Trescastro, que durante meses se pavoneó de haberle dado a Lorca “dos tiros en el culo por maricón”.
Después del fusilamiento, con las primeras luces del día, los ejecutores regresaron a La Colonia en busca de los presos acogidos por Nestares bajo su protección a quienes correspondía la ingrata función de enterradores.
El Palacio del Cuzco de Víznar, donde los sublevados montaron su cuartel general durante el golpe de 1936 al mando del capitán José María Nestares Cuéllar, es un inmueble anejo a la parroquia de Víznar donde solían veranear los arzobispos de Granada. El edificio se conserva en buen estado, es de propiedad privada y se abre al público una vez al año.
A finales del siglo XVIII, sobre la casa original, de aspecto modesto, el arzobispo de Granada Juan Manuel Moscoso y Peralta, un hombre poderoso nacido en Perú, emparentado con la nobleza criolla y que ejerció de alférez de Cuzco antes de tomar los hábitos, agregó varios solares aledaños, amplió la residencia y la huerta (gracias a la cesión de dos calles por parte del Consejo Municipal de Víznar) y mandó construir un pozo para abastecer a los habitantes de la casona.
La vida de Juan Manuel Moscoso fue muy agitada. Después de estudiar filosofía en Perú, se casó a los 24 años con una mujer de alta alcurnia. Tras su muerte y la de su hijo primogénito sufrió una fuerte depresión que lo condujo a la ordenación sacerdotal y, luego, a su nombramiento como obispo en 1771. Con posterioridad viajó a España y en concreto a Granada donde residió al menos desde su nombramiento como arzobispo en 1789 hasta su muerte en 1811.
El palacio consta de dos plantas, con grandes salas y doble galería porticada. En la parte alta de la galería conserva unos magníficos frescos de varios autores, entre los de Nicolás Martín Tenllado, un artista con una historia tan curiosa como la del propio arzobispo. Tenllado era un hombre célibe que regentaba un lucrativo negocio de chamarilería pero que después de su ascenso social fue juzgado por la Inquisición y tuvo varios pleitos por las blasfemia e insultos a la religión que solía exclamar mientras realizaba sus obras, dentro de conventos e iglesias.
Entre los guardianes de La Colonia registrados por Eduardo Molina Fajardo figuran Mariano Asenjo, vecino de Jun de “carácter frío”; Antonio Hernández y Antonio Ayllón Fernández; Juan Jiménez Cascales ingresó en el pelotón gracias a su fama de buen tirador; Salvador Baro, Fernando Correa y un tal Benavides “atlético, rubio” que durante un tiempo se vanaglorió de haberle pegado dos tiros en la cabeza a Lorca.
También estuvieron ocasionalmente Evaristo Vega, Juan El Pintado, Salvio Rodríguez, Villegas, Moles y Jesús Morenilla. Los capellanes de La Colonia fueron Mariano Vílchez García y el fraile Pablo de Ardales, que se reponía entonces en La Alfaguara de un problema respiratorio.
Los guardianes se alojaban en el piso superior de La Colonia. Hacia el mes de agosto de 1936 se unió a los vigilantes un grupo de presos que ayudaba en la tarea de enterramiento.
Según la tesis de Molina Fajardo, este grupo estaba formado por personas a quienes Nestares intentó salvar la vida infructuosamente pues la maniobra fue descubierta y todos acabaron fusilados. En este grupo estuvieron José Yoldi Bereau, catedrático de Farmacia; los concejales Manuel Salinas (Izquierda Republicana) y José Valenzuela Marín (partido socialista); Joaquín García Labella, catedrático de Derecho que durante la República fue gobernador civil de Sevilla y director general de Administración Local, y Francisco Rubio Callejón, exgobernador civil de Jaén.
A los residentes en La Colonia se unió también un grupo de masones de la logia del Hotel Reuma que, tras mostrar su arrepentimiento y con la mediación del arzobispo, se convirtieron en personal de confianza hasta el punto de portar armas y cartucheras.
La Colonia funcionaba autónomamente del resto de instalaciones militares, disponía de un presupuesto diario de 150 pesetas que aportaba el pueblo de Víznar y estaba custodiada por una o dos escuadras de guardias de asalto y voluntarios. Los centinelas, además de la misión de vigilar, fueron los encargados en las primeras semanas de los fusilamientos.
El protocolo de los fusilamientos, según el relato de Molina Fajardo, era el siguiente: El gobernador civil facilitaba la lista de los condenados a muerte a su personal de confianza, formado por guardias de asalto y voluntarios, que de inmediato recorría las cárceles o comisarías y los esposaba para su traslado. Una vez en el coche, los condenados eran llevados a Víznar por la noche adonde, tras una estancia de pocas horas en La Colonia, eran fusilados al amanecer.
Dime, Señor,
¡Dios mío!
¿Nos hundes en la sombra
del abismo?
¿Somos pájaros ciegos
sin nidos?
La luz se va apagando.
¿Y el aceite divino?
Las olas agonizan.
¿Has querido
jugar como si fuéramos
soldaditos?
Dime, Señor,
¡Dios mío!
¿No llega el dolor nuestro
a tus oídos?
¿No han hecho las blasfemias
Babeles sin ladrillos
para herirte, o te gustan
los gritos?
¿Estas sordo? ¿Estás ciego?
¿O eres bizco
de espíritu
y ves el alma humana
con tonos invertidos?
- Miguel Caballero. Las trece últimas horas en la vida de García Lorca. La Esfera de los Libros. Madrid, 2011.
- Ian Gibson. De Nueva York a Fuente Grande. Grijalbo. Barcelona, 1987.
- Ian Gibson. Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca. Debolsillo. Madrid, 2016
- Federico Molina Fajardo. García Lorca y Víznar. Memorias del general Nestares. Ultramarina. Granada, 2012.
- Eduardo Molina Fajardo. Los últimos días de García Lorca. Plaza y Janés. Barcelona, 1973.
- Agustín Penón. Miedo, olvido y fantasía. Edición de Marta Osorio. Comares. Granada, 2000.
- Página web Rincones de Granada. Palacio del Cuzco.
- Lugar Lorquiano
- La Colonia
- Lugar actual
- La Colonia
- Dirección
- Poeta Blas Caballero
- Datos de la Visita
Paraje público de libre acceso reconocido como Lugar de Memoria.
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