La taberna de El Polinario fue lugar de encuentro de Federico y amigos como Manuel de Falla. En su lugar fue construido el museo Ángel Barrios. Conserva vestigios originales.
La taberna y tienda de Antonio Barrios, El Polinario, en la calle Real de la Alhambra, fue un lugar, hoy desaparecido, de encuentro y veladas de flamenco a las que asistieron Lorca, Falla y algunos de los amigos de la tertulia de El Rinconcillo. El vínculo entre los jóvenes y El Polinario fue su hijo, el compositor y concertista internacional Ángel Barrios, que trabó amistad con Falla en París en 1907, en casa de Isaac Albéniz, y que compaginaba sus giras en el extranjero como guitarrista del Trío Iberia (llamado antes Trío Granada) con sus estancias en la casa-bar de su padre.
La taberna estaba construida sobre unos baños árabes originarios del siglo XIV que fueron demolidos en 1534. El establecimiento de El Polinario, a su vez, fue expropiado por el Estado en 1934 y luego derribado, aunque se conserva un pequeño patio y el pilar de una fuente. En su lugar se halla el museo dedicado a Ángel Barrios donde se guarda un importante legado compuesto por pinturas, dibujos, partituras y correspondencia cedido tras su muerte, ocurrida en 1964, por su hija al Patronato de la Alhambra.
Entre las obras figuran una acuarela de John S. Sargent y el pergamino, firmado por Ravel, Richard Strauss y Benavente, entre otros, por el que Santiago Rusiñol nombró a El Polinario “cónsul del arte en la Alhambra”. En su jardín, colindante con la Alhambra, García Lorca fotografió en 1918 las cuatro escenas de La historia del tesoro, una brevísima historia con guion verbal suyo en la que intervinieron como actores el propio Lorca, Ángel Barrios, Manuel Ángeles Ortiz y Miguel Pizarro.
La entrada, a través de un portón, daba paso un zaguán que conectaba con un patinillo. Torciendo a la izquierda estaba la taberna con un mostrador de nogal y, enfrente, una ventana que daba a la calle por donde se despachaba al exterior. Era el único establecimiento del barrio de la Alhambra que vendía prácticamente de todo: artículos de mercería, tabaco y comestibles que incluían jamones de la Alpujarra.
La trastienda era el lugar de reunión. Allí eran conducidos los visitantes ilustres y agasajados con vinos y comida hasta que su hijo tomaba la guitarra y El Polinario rompía a cantar. Antonio Barrios era además pintor y aprovechaba las tablas de las cajas de puros para hacer sus apuntes. Llegó a exponer en muestras colectivas. El estudio estaba en el primer piso, en una sala con solera que, según Antonina Rodrigo, tenía cuadros dedicados de Zuloaga, Bacarisas, López Mezquita y Sargent.
La calle Real de la Alhambra está unida a las primeras estancias de Falla en Granada antes de afincarse en el carmen de la calle Antequeruela Alta, donde vivió hasta el exilio. Falla visitó Granada por primer en 1915 acompañado por Gregorio Martínez Sierra y su esposa María Lejárraga. Un año después, impresionado por en el entorno de los palacios árabes, estrenó al piano en el Palacio de Carlos V, acompañado por la Orquesta Sinfónica de Madrid, sus Noches en los jardines de España.
En septiembre de 1919 regresó junto a su hermana y el pintor Vázquez Díaz y su familia y se alojó en la Pensión Alhambra situada junto al atrio del convento de San Francisco, actual parador. Ya decidido a vivir en Granada, el compositor se mudó a la vecina Pensión Carmona y luego a un carmen desaparecido situado junto al parador.
El primer encuentro entre Falla y El Polinario lo ha descrito un testigo excepcional, Mora Guarnido. Una noche de verano, con la luz apagada, llamaron a la puerta. Eran varios desconocidos que había escuchado el rasgueo de la guitarra y no resistieron la curiosidad: Eran Vázquez Díaz y su mujer; el pintor Gustavo Bacarisas; el pintor hispano-argentino Alejandro Mackinlay y su mujer, una zarista emigrada y una pareja cuyo apellido repercutió en la memoria de todos: Manuel y María del Carmen Falla. “Aquel hombre físicamente insignificante, vestido con un traje oscuro de confección barata (…) era el autor de Las noches en los jardines de España, la Vida breve…”.
Según Mora Guarnido, El Polinario tenía tres grandes virtudes como tabernero: no le ponía nunca agua al vino, sabía distinguir de arte y era un gran cantaor de flamenco.
Las veladas en El Polinario fueron descritas por el musicólogo John B. Trend, testigo de aquellos encuentros. El corresponsal de The Times recuerda el patio y el pilar cuyo caño “había sido ahogado con una toalla” para sofocar el goteo. Entonces aparecía Ángel Barrios, con su guitarra, y su padre y entonaban cantes flamencos. “Falla se sentó allí con los ojos semicerrados, con la guitarra en un constante acompañamiento. De vez en cuando levantaba la voz y cantaba (…). El señor Falla apuntó las que le agradaron o las que era imposible transcribir (…). El señor Falla me hizo posible enriquecer mi percepción imaginativa de Granada, presentándome la música y sus guitarras…”.
En el entorno de la Calle Real y la Puerta del Vino menudeaban a comienzo del siglo XX las tiendas de fotógrafos donde los turistas acudían a retratarse disfrazados de árabes o sultanas con un falso fondo árabe de yeso. Fruto de aquella costumbre, y de la inclinación a disfrazarse con ropajes orientales del propio Lorca, es La historia del tesoro, una serie de cuatro fotografías donde se reproduce la historia de un príncipe que guardaba alhajas y monedas y que escenificada en el jardín de El Polinario. En la última aparece Lorca haciéndose el muerto. La idea surgió mientras Ángel Barrios posaba para Manuel Ángeles Ortiz. Según la reconstrucción de Antonina Rodrigo, alguien llegó con cámara de fotos, Lorca se apresuró a retratar al artista y a su modelo y luego puso en marcha su película árabe.
En la primera imagen, Manuel Ángeles, Miguel Pizarro y Ángel Barrios, que posa de rodillas, tratan de convencer a Lorca, en su papel de príncipe, para que les indique el lugar donde está el tesoro. En la segunda, Lorca está de pie junto a la puerta del tesoro, indiferente al soborno de Barrios, que le ofrece joyas, y la súplica de sus compañeros. En la tercera secuencia, los ávidos buscadores deciden matar a Lorca: Pizarro le sujeta un brazo y un pie, Barrios le clava un puñal y Manuel Ángeles le amenaza con un sable. En la cuarta foto, la más dramática, Lorca yace muerto con las manos entrelazadas con el puñal. Manuel Ángeles sostiene un Corán y recita los versículos que le señala Manuel Ángeles, mientras Pizarro contempla la escena ensimismado.
Luces también en la casa, que llaman del Polinario
cuando llegamos allí el portón está cerrado.
Llamaré con recios golpes, hasta que aparece el amo:
“El Polinario te dicen y este es nombre muy extraño.
Venimos por la razón del norte del Polinario”.
Así el Polinario habló, con un hablar reposado.
“Yo no me llamara así, que me llamo Antonio Barrios.
Apolinar se llamó un abuelo muerto de años.
El nombre pasó a mi padre y a mí también ha pasado”.
- Antonina Rodrigo. Memoria de Granada, Manuel Ángeles Ortiz y Federico García Lorca. Casa museo de Lorca de Fuente Vaqueros, 1984.
- A. Rodrigo. La historia del tesoro, según Lorca. El País, 20 de marzo de 1983.
- Ian Gibson. Federico García Lorca. Biografía. Grijalbo. Barcelona, 1987.
- Lugar Lorquiano
- Taberna El Polinario
- Lugar actual
- Museo Ángel Barrios
- Dirección
- Real de la Alhambra, s/n
- Web
- http://www.alhambra-patronato.es/
- Teléfono
- 958 027 907
- Datos de la Visita
El Museo Ángel Barrios, que ocupa el edificio donde estuvo El Polinario, está gestionado por el Patronato de la Alhambra y el Generalife. Se encuentra temporalmente cerrado y no puede visitarse.