Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín. Aleluya erótica en cuatro cuadros (Versión de cámara) es una farsa en la que contrasta constantemente lo grotesco con lo lírico. Está contada en cuatro cuadros.
El primero nos presenta a don Perlimplín con su criada, Marcolfa. Esta lo convence de que debe casarse con su vecina Belisa. Se lo propone desde el balcón y su madre acepta rápidamente, seguramente seducida por la situación económica de don Perlimplín, aunque este sea mucho mayor y los novios no se amen.
En el segundo cuadro, nos situamos ya en la noche de bodas. El protagonista se enamora de Belisa al verla desnuda por una ranura de una puerta. Unos duendes salen y ocultan el escenario, la impotencia de don Perlimplín y la infidelidad de Belisa. Cuando se descorre de nuevo la cortina que había ocultado la escena, el protagonista tiene sobre su cabeza unos grandes cuernos de ciervo en la cabeza y los cinco balcones que había al fondo están abiertos. Aunque se da cuenta de lo sucedido, se muestra contento de haberse enamorado de Belisa.
En el cuadro tercero Perlimplín prepara el desenlace con Marcolfa. Belisa busca a un enamorado misterioso y su marido la consuela. Don Perlimplín la anima a contarle sus pesares, le dice que conoce a su amante, hace como si lo acabara de ver y sale tras él.
En el cuarto y último cuadro, aparece de nuevo el protagonista con su criada Marcolfa preparándolo todo. Le envía una cita del supuesto amante a Belisa para que se encuentre con él en el patio a las diez de la noche. Belisa acude, pero no está. Perlimplín, cuando da la hora acordada, desaparece tras la tapia dispuesto a matarlo. Poco después entra en escena un misterioso hombre vestido de rojo, con la cara tapada y una herida en el corazón. Cae al suelo como el enamorado misterioso de Belisa. Esta le destapa la cara, descubriendo que Perlimplín era el hombre del que se había enamorado.
Como informa el autor a Fernández Almagro en una carta de 1926, su protagonista, don Perlimplín, tradicionalmente feo y jorobado, procede de los “toscos grabados y pareados grotescos” de una aleluya, o aleluyas, conocida en la infancia. Es también una variación del tema cervantino de la joven casada con un viejo (aunque don Perlimplín tiene solo cincuenta años).
En 1928 Lorca acordó con Rivas Cherif la representación de la obra, por el grupo Caracol que él dirigía, en la sala Rex de Madrid. La dictadura de Primo de Rivera prohibió la obra por inmoral y en mayo de 1929, en pleno ensayo, la policía irrumpió en la sala. El estreno estaba previsto para el 5 de febrero de 1929. La muerte de la reina doña María Cristina hizo que se suspendieran todos los espectáculos. Ese mismo día la policía se incautó todos los ejemplares de la obra, prohibió su representación y cerró la sala.
En el otoño de 1932, Pura Maortua de Ucelay, directora del Club Teatral de Cultura Anfistora (asociación cultural de teatro a la que pertenecía Lorca y a la que él bautizó con este nombre), consiguió rescatar una copia de la obra y montó una representación el 5 de abril de 1933 en el Teatro Español. Iba precedida de La zapatera prodigiosa. Lorca dirigió los ensayos y la puesta en escena.
Intérpretes: Don Perlimplín: Santiago Ontañón; Belisa: Pilar de Bascarán; Marcolfa: la señora Domínguez; Madre de Belisa: Pilar Gracia; los duendes: dos niños de una familia muy cercana a Lorca, Augusto y Andrés Higueras. Música de Scarlatti (todos los entreactos estaban unidos por sonatinas de Scarlatti y constantemente los diálogos estaban cortados por acordes y fondos musicales), ejecutada al piano por Pura Lago, escenografía de Ontañón y vestuario de Pura Ucelay.
No se publicará en vida del autor, aunque él (como le ocurre otras veces) anunció en más de una ocasión la publicación inminente, conjunta con Los títeres de Cachiporra.
Existen tres apógrafos de la obra: El que Pura Maortua recuperó de la censura, muy corregido por el poeta; una copia del anterior, con algunos errores, y una tercera copia hecha por Maortua para la familia Lorca en los años cincuenta. Además, hay seis fragmentos manuscritos autógrafos. La primera edición será la de las obras completas que edita Losada (Argentina) en 1938, edición de Guillermo de Torre (sigue el segundo apógrafo). La siguiente, la de Arturo del Hoyo en Aguilar, será en 1954 (sigue también el segundo apógrafo, pero corrige con el primero). Esta edición fue aumentada poco a poco, conforme se iban superando los problemas con la censura franquista. En 1968, Margarita Ucelay y Ernersto da Cal, en Nueva York, Londres, Toronto, Holt, Rinehart y Winston, dentro de un volumen dedicado a la Literatura española del siglo XX, la publicarán de nuevo, siguiendo el primer apógrafo de Ucelay.
Es una de las farsas de Lorca, para personas no para marionetas. Es considerada una de sus piezas “experimentales” o innovadoras. Se trata de una “versión de cámara” porque más adelante el autor pensaba desarrollar el tema con toda la complejidad que él percibía. En una entrevista que el autor concede a Juan González Olmedilla, para El Heraldo de Madrid, un día antes de su estreno, el 4 de abril de 1933, habla así de esta obra para minorías: “Esta ´aleluya erótica´ es una obra tremenda, que a mí me divierte mucho. Teatro de monigotes humanos, que empieza en burla y acaba en trágico. El héroe, o antihéroe, a quien hacen cornudo, es español y calderoniano; pero no quiere reaccionar calderonianamente, y de ahí su lucha, la tragedia grotesca de su caso. Yo no sé cómo acogerá un público “de cámara” mi obra; pero a mí me ha divertido de lo lindo cuando la escribía y me hace feliz cada vez que la leo o cada vez que la veo en ensayo”.
En 1923, posiblemente, Lorca empezó a esbozar esta pieza. A finales de 1925 parece que la tiene prácticamente acabada y en enero de 1926 le envía una parte (segunda escena del tercer acto) a Melchor Fernández Almagro. Es una obra, por tanto, creada en los años de la Residencia de Estudiantes (bajo la influencia del ambiente vanguardista y la amistad con Dalí) y los veranos en Asquerosa.
Trabajó, parece ser, en ella durante su visita en la primavera de 1925 a Dalí, en Cadaqués. Durante el otoño de 1925 y los primeros meses de 1926 también trabajará en ella en Granada, donde se siente atrapado en aquel momento, según va informando por carta a Fernández Almagro.
La fuente de esta obra, al igual que ocurre con La zapatera…, son esas aleluyas que el autor dice haber conocido en su infancia, historias que se contaban a partir de un papel donde aparecían viñetas que mediante dibujos y palabras contaban un relato. Era literatura popular. Federico conoció la aleluya de don Perlimplín en su infancia en Fuente Vaqueros o en Asquerosa, seguramente la escucharía cantar o recitar a algún cómico o titiritero llegado al pueblo.
El día 6 de febrero de 1929, Federico García Lorca fue testigo de la irrupción de la policía en el teatro, prohibió la representación y se llevó todas las copias de la obra, que fue archivada en la sección de Pornografía de la Dirección General de Seguridad. Así se lo narró Margarita Ucelay al estudioso Miguel García-Posada. El autor se quedó sin texto. Tuvo posiblemente que reconstruirlo en Nueva York donde sabemos que hizo varias lecturas de la obra. Esta versión se ha perdido, pero no la traducción al inglés que hizo Mildred Adams.
La obra no volvería a ser representada. En los circuitos comerciales no se repondrá en España hasta el 15 de octubre de 1990 en el Teatro de Bellas Artes de Madrid (bajo la dirección de José Luis Gómez).
Trailer de la representación (2016) por el grupo Metatarso Teatro Contemporáneo.
Versión: Alberto Conejero. Reparto: Emilio Gavira, Olivia Delcán, Cristina Otero, Kees Harmsen/Peru Said Prez y Berta Ojea.
Dirección: Darío Facal
Coproducido por Metatarso Producciones y Festival de Otoño a Primavera (Comunidad de Madrid).
Estreno: 2016 – Teatro de La Abadia.