Esta hermosa conferencia trata de describirnos una ciudad, Granada, mediante sus sonidos, mediante las canciones que se oyen en sus calles. Una música que cambia con las estaciones, al igual que cambian los colores, los olores o las costumbres. Así, el autor comienza en noviembre y va pasando de estación en estación y describiendo los cambios que experimenta la ciudad y cómo se puede identificar la época del año por lo que se oye cantar en la ciudad. La conferencia va siendo interrumpida por canciones que, en su momento, eran tocadas al piano e interpretadas por el propio Lorca.
Conferencia que tiene su origen en la charla acompañada al piano que sobre Granada dio Lorca por primera vez en abril o mayo de 1933 en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, con canciones interpretadas por La Argentinita.
Fue leída por primera vez el 26 de octubre de 1933 en Buenos Aires, en la Sociedad de Amigos del Arte. Se leyó posteriormente en Montevideo el 9 de febrero de 1934 en el Teatro 18 de Julio. El texto iba salpicado de canciones que tocaba al piano e interpretaba con su voz el propio Lorca. La lectura en Buenos Aires fue un éxito, como relata él mismo a sus padres en una carta: “La gente se pegaba por entrar en la puerta y ha sido tanto pedido de billetes que la próxima tendrá que ser en un teatro”. El 9 de febrero, en Montevideo, vende 1.340 localidades. Da tres conferencias y el éxito es arrollador, de público y de taquilla (el 60% era para el autor). Un dinero que girará completo a su padre para que disponga de él (6.887 pesetas, según Gibson; Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca (1898-1936), Debolsillo, 2016, p. 575).
Repitió esta conferencia en Barcelona, el 19 de diciembre de 1935, para L’Associació de Música de Cambra, en el Casal del Metge, antes de hacer su primera lectura pública del Diván del Tamarit.
Se editó por primera vez en Mario Hernández, Francisco García Lorca, Federico y su mundo, Alianza Editorial, 1981 (fue Francisco García Lorca el que descubre el texto).
Tras su lectura de la conferencia en Barcelona dijo en una entrevista que la iba a enviar, con las notas de prensa correspondientes, al alcalde de Granada, para que viera quién era el verdadero representante en el mundo de su ciudad, dando a entender que no le apreciaban allí lo suficiente (seguramente refiriéndose a quienes llevaban el mando en la ciudad en ese momento).
Lorca habla de Granada como ciudad de dos ríos, ciudad de dos valles. El río Genil, “coronado de chopos” y el río Dauro, “coronado de lirios”. Curiosamente él procede de un pueblo también bañado por dos ríos, el Genil y el Cubillas.
Isabel García Lorca evoca en su libro Recuerdos míos cómo al final de la calle donde vivieron primeramente en Granada, la Acera del Darro, confluían los dos ríos. El Darro es un río soterrado, desde Plaza Nueva hasta que desemboca en el Genil. Cuando la familia vivía en Acera del Darro, aún el río no estaba cubierto en este último tramo. Lorca les dedicará un poema juvenil El Dauro y el Genil (Lorca prefiere, en vez de Darro, la palabra Dauro, más cercana a la supuesta etimología de la palabra, relacionada con el oro que se podía encontrar en este río).
Los dos ríos son muy distintos para Federico, el Genil está relacionado con la alegría, su árbol es el chopo, mientras que el Darro está relacionado con la muerte, su árbol es el ciprés. Granada tiene esa cultura del agua (ríos, fuentes, surtidores, aljibes…) por su pasado árabe. Lorca es el poeta del agua no solo por Granada, sino por su origen en el pueblo de Fuente Vaqueros, también llamado La Fuente.
Se nombran en esta conferencia dos paseos “para cantar”, el Salón y la Alhambra, y uno “para llorar”, el Paseo de los Tristes que él llama Alameda de los Tristes.
Desde la plaza del Humilladero que también nombra Federico en su texto (lugar por el que se dice que entraron los Reyes Católicos a la ciudad), cerca de la confluencia de los dos ríos, se inicia el paseo del Salón. Es la Alameda del XIX, donde se reunían las familias en buena posición y donde se exhibían las chicas con la pretensión de encontrar novio. Al final del Paseo del Salón se conserva un edificio que fue Salón de baile en el XIX (de ahí el nombre) y que hoy día se conserva como Biblioteca municipal.
La Alhambra es el monumento árabe que preside la ciudad y que recuerda su pasado. El bosque que la rodea y su situación en una colina le otorgan una imagen romántica que siempre la ha acompañado.
A sus pies, el Paseo de los Tristes, paralelo al río Darro, desde el que se contempla toda la majestuosidad de la Alhambra. Recibe ese nombre porque fue el camino hacia el cementerio, situado a continuación de la Alhambra.
Elementos constantes en la descripción de la ciudad son su Sierra y su Vega. Sierra Nevada, que se puede vislumbrar desde casi cualquier punto de la ciudad y que va cambiando, efectivamente, con las estaciones. La Vega, al pie de la sierra, son los campos de cultivo que rodean la ciudad con sus pueblos y que en la actualidad se ha visto reducida a la mitad debido a la construcción de carreteras y de edificaciones. En la conferencia se nombran algunos pueblos de esta vega, Armilla, Santa Fe y Atarfe. El propio Federico es hijo de uno de estos pueblos y su obra se nutre de todo el paisaje, el folclore y la manera de hablar campesina de esta Vega de Granada.
Las monjas Tomasas, nombradas en la conferencia, son las monjas del Convento de Santo Tomás de Villanueva, convento de las Tomasas (elaboraban una torta llamada torta real de las Tomasas).
Es un convento de agustinas recoletas erigido en 1636. Está en el Albaicín y es uno más de los muchos conventos con su iglesia que están esparcidos por la ciudad. Granada tiene ochenta campanarios, dice Federico al comienzo de su conferencia. Uno de los sonidos de esta ciudad serían efectivamente las campanas, precisamente por la cantidad de conventos e iglesias que hay, fruto y símbolo de la repoblación cristiana tras la toma de la ciudad en 1492.
El autor nombra, por ejemplo, las campanas de San Juan de Dios, iglesia ubicada en la calle del mismo nombre y del también homónimo hospital, dedicada a uno de los santos (que vivió de 1495 a 1550) que más huella han dejado en la Granada, fundador de la orden de los Hermanos Hospitalarios de Juan de Dios. La iglesia tiene dos torres muy bonitas con tejas verdes y blancas y es una joya barroca. “De mayo a junio, Granada es un campanario incesante. Los estudiantes no pueden estudiar. En la plaza de Bibarambla las campanas de la catedral, campanas submarinas con algas y nubes, no dejan hablar a los campesinos. Las campanas de San Juan de Dios lanzan por el aire un retablo barroco de lamentos y golpetazos de bronce […]”.
Otros lugares que nombra el poeta en su conferencia son el barrio de la judería, el barrio del Realejo; la plaza Bibrambla, la calle Elvira… Esta última aparece en algunos textos de Lorca, por ejemplo en la copla popular que recoge en Doña Rosita la soltera: “Granada, la calle Elvira, / donde viven las manolas, /las que se van a la Alhambra, /las tres y las cuatro solas”.
Al final de la calle Elvira hay un arco árabe que se menciona también en alguno de sus textos (Gacela del mercado matutino, del Diván del Tamarit): “Por el arco de Elvira / quiero verte pasar, /para saber tu nombre / y ponerme a llorar…”. La calle Elvira era una vía muy importante en Granada hasta el XIX, antes de la construcción de la Gran Vía de Colón. Era una salida de la ciudad hacia la Vega en la época árabe. El viajero alemán Jerónimo Münzer, cuando salió dos años después de la toma de la ciudad por los Reyes Católicos, se encontró con que los terrenos que había delante los ocupaba un gran cementerio musulmán (Gibson; Poeta en Granada, Ediciones B, Barcelona, 2015, pp. 128-129). Al final de la calle Elvira, haciendo esquina con Plaza Nueva, vivía Emilia Llanos, gran amiga del poeta.
En la conferencia se nombra la Plaza Larga del Albaicín. Es en este barrio donde Lorca sitúa su obra de teatro más granadina, Doña Rosita la soltera, en un carmen, la vivienda que él consideraba ideal en esta ciudad. Los cármenes tienen un jardín interior protegido por tapias del exterior. Son paraísos interiores ocultos a la mirada de la gente, aunque suelen tener un mirador que permite asomarse al exterior y, en muchas ocasiones, cuenta con una hermosa vista a la Alhambra.
Desde la Alhambra se puede disfrutar también de una bellísima panorámica del Albaicín que, «visto de noche, da la impresión de ser un cielo bajo”. Así pensó Lorca en un principio titular su libro Suites. En el Albaicín se encuentra la casa de Soto de Rojas, el Carmen de los Mascarones, donde inauguraron algunos socios del Ateneo un azulejo conmemorativo dibujado por Hermenegildo Lanz poco después de que leyera su conferencia sobre el autor, en el otoño de 1926.
También hace alusión Lorca al Sacromonte, “Tenemos que ir todos de puntillas por este camino de tierra roja, bordeado de chumberas, a una reunión agrupada en un recodo del monte. Bailan y cantan. Se acompañan con guitarra, castañuelas, y tocan además instrumentos pastoriles, panderos y triángulos. Son las gentes que cantan las roas y las alboreás y las cachuchas y este zorongo que tanto ha influido en la música de Falla.” El Sacromonte ha sido el barrio de Granada habitado por los gitanos desde el siglo XV y puede que para Federico represente la pervivencia del espíritu de la ciudad antes de la Toma.
Referencia a “las barricas traen el vino nuevo de la costa”. En Granada se utiliza la metonimia “un costa” referida al vino del lugar.
Puerta Real (lugar donde sitúa Lorca varios puestos de zambombas) es un espacio, confluencia de varias calles, al final de la Acera del Darro y la Acera del Casino, Puerta Real de España. En la actualidad siguen siendo frecuentes estos puestos de zambombas cuando se acerca la Navidad, normalmente abrigados en los soportales de la calle Ganivet.
El Cerro del Aceituno, citado por Lorca en esta conferencia, es el cerro donde se sitúa la ermita de San Miguel, figura a la que Lorca dedicó uno de sus romances gitanos. San Miguel supuso un desafío a la burguesía granadina. Está ambientado en la romería que el 29 de septiembre se celebraba en el cerro de San Miguel o del Aceituno (detrás del Albaicín) y en la ermita dedicada al arcángel.
El culto al santo está en las canciones populares. En el poema aparecen alusiones a la romería y a la costumbre que existía de regalarse los enamorados este día girasoles o castañas, así como a la talla del santo (de 1675, de Bernardo Francisco de la Mora), una imagen andrógina que da pie a la descripción que se hace en el romance de una especie de patrón gay de Granada. Lorca en esta conferencia nos sube a este cerro para escuchar los rumores de la ciudad.
Grabación de audio de Cómo canta una ciudad de noviembre a noviembre, de Juan Echanove
Lectura dramatizada de Cómo canta una ciudad de noviembre a noviembre de Juan Echanove
Biblioteca Nacional. Las tres hojas: villancico popular. Romance de los peregrinitos (La Argentinita acompañada por Federico García Lorca al piano)
Biblioteca Nacional: Los cuatro muleros (La Argentinita acompañada por Federico García Lorca al piano)