Elegía compuesta por cuatro partes: La cogida y la muerte, La sangre derramada, Cuerpo presente y Alma ausente inspirada en la muerte de su amigo el torero Ignacio Sánchez Mejías (Sevilla, 6 de junio de 1891- Madrid, 13 de agosto de 1934).
En ella aparecen armónicamente lo popular, lo culto, lo autobiográfico y lo lírico, el romance, el alejandrino, el ritmo de la soleá, la fatalidad, el presagio posible de su propia muerte…
El llanto ante la cogida, la muerte y la ausencia del amigo dan lugar a una elegía laica considerada como una de las mejores de la literatura española de todos los tiempos. La primera lectura del poemario la realizó Federico García Lorca el 4 de noviembre de 1934 en casa de su amigo Carlos Morla Lynch.
La única edición en vida del autor apareció en 1935 en la Editorial Cruz y Raya, Ediciones del Árbol. José Bergamín, director de la revista entre 1933 y 1936, cedió ante la insistencia de Lorca en que las ilustraciones fueran realizadas por José Caballero (Huelva,1913-Madrid,1991), quien trabajó en ellas siguiendo algunas indicaciones de Lorca (“Tus dibujos son verdaderas tempestades de paños en calma”, le escribió Lorca). Ambos artistas tenían previsto realizar un mural en el verano de 1936 en la Huerta de San Vicente, proyecto que se vio truncado por la Guerra Civil y el fusilamiento de Federico García Lorca. Se conserva un único manuscrito que Lorca regaló a José María de Cossío.
Federico García Lorca conoció a Ignacio Sánchez Mejías con motivo del homenaje que el Ateneo de Sevilla le dedicó a Góngora. En la finca del torero, Pino Montano (situada en los alrededores de Sevilla), celebraron los participantes aquellos días de poesía y amistad. Tenían además una amiga en común, Encarnación López Júlvez, La Argentinita (Buenos Aires, 1898- Madrid, 1945), la cantante y bailarina que grabó las canciones populares armonizadas por Federico García Lorca quien, además, la acompañaba al piano. La Argentinita fue la compañera sentimental del torero.
Sánchez Mejías estuvo muy apegado a la Generación del 27. Además de torero fue mecenas, escritor, dramaturgo, conferenciante, presidente de la Cruz Roja sevillana, presidente del Betis… Sánchez Mejías significó para los poetas del 27 la fascinación por el toreo entendido como vehículo de expresión artística.
El toreo atrajo a casi todos sus miembros, pero especialmente a José Bergamín, Rafael Alberti (quien también dedicaría una elegía al torero y otra, a petición del propio Sánchez Mejías, a la memoria del diestro Joselito, muerto en Talavera siete años antes), Jorge Guillén, Pedro Salinas, Gerardo Diego y Federico García Lorca.
En el caso de Federico ha quedado la siguiente frase: “Qué sería de la primavera española, de nuestra sangre y de nuestra lengua, si dejaran de sonar los clarines dramáticos de la corrida”. En una declaración, un año antes de su muerte, ya había adelantado: “El toreo es probablemente la riqueza poética vital mayor de España”. La unión artística de los amigos había quedado enlazada para siempre.
La muerte del diestro fue el resultado de un cúmulo de fatalidades que terminarían el 11 de agosto, en la plaza de Manzanares, con el torero corneado gravemente por el toro Granadino. Sus compañeros de cartel, Alfredo Corrochano y Armillita, se encargaron de terminar la corrida mientras Sánchez Mejías se desangraba en la arena y pedía que lo obedecieran y trasladaran a Madrid en ambulancia.
José Bergamín, presente en el coso, lo acompañó en la ambulancia y en la agonía. El torero falleció la mañana del 13 de agosto. Lorca, que se encontraba de viaje con la compañía La Barraca, estuvo al tanto de la evolución del diestro por vía telefónica. No quiso ir a Madrid, no quiso ver la sangre ni la agonía. Se rindió ante la fatalidad, los malos presagios y la admiración hacia el amigo: “Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, / un andaluz tan claro, tan rico de aventura. / Yo canto tu elegancia con palabras que gimen / y recuerdo una brisa por los olivos”.
En diciembre de 2017 se organizó un acto de homenaje a Ignacio Sánchez Mejías y la Generación del 27. El torero extremeño Miguel Ángel Perera emuló a Sánchez Mejías en el Ateneo de Sevilla. El aire del homenaje a Góngora de 1927 estaba allí. Participaron el filósofo Fernando Savater, el tenor Plácido Domingo, el poeta Carlos Marzal, el músico Javier Perianes, el actor Juan Echanove, diferentes autoridades y representantes de la sociedad española. El acto, como en diciembre de 1927, terminó con una fiesta en la finca que fue de Ignacio Sánchez Mejías, Pino Montano (Sevilla).
Alfredo Corrochano, el torero que formaba parte del cartel y que estoqueó a Granadino tras la cogida mortal, relató así la cogida en una entrevista en El País el 11 de abril de 2000: “La cogida fue… tontamente. El toro no era malo. Cuando cogió la espada y la muleta fue a dar un pase en el estribo. El toro se venía un poco para adentro. El banderillero lo advirtió: ‘Tenga cuidado, maestro, que el toro aprieta para adentro’. Lo cogió entre las tablas y le atravesó el muslo. Yo hice el quite. Cuando lo cogieron iba muerto».
Alfredo, hijo del crítico Gregorio Corrochano, compartió el viaje desde Madrid, a bordo del Expreso de Andalucía, que condujo a la muerte a García Lorca en julio de 1936. “Federico tenía el presentimiento de que algo grave le iba a ocurrir”. No fue la primera vez que trató al poeta: “En 1934, cuando Sánchez Mejías volvió a la fiesta, yo me estaba recuperando de una cogida y hacíamos la preparación física juntos, en el campo. Y venía Federico. Era un hombre encantador, de gran conversación, admirado por las mujeres. Estábamos toreando y conversando de cosas. A última hora hablamos de metáforas. Federico se reía mucho de lo que yo decía. Al día siguiente fuimos a torear. Nos acompañaba García Lorca. Le di unos pases naturales a la vaquilla y un afarolado con los pies juntos y dije: ‘Federico, esto es una metáfora’. Y él se reía entusiasmado”. Alfredo vivió los últimos años de su vida en Granada.