Los títeres de cachiporra. Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita. Farsa guiñolesca en seis cuadros y una advertencia fue escrita en 1922, después revisada, pero no llegó a estrenarse en vida de Federico García Lorca. Como su título indica consta de seis cuadros y una advertencia. Comienza con la advertencia puesta en boca de Mosquito y dirigida al público.
En el cuadro primero aparece Rosita bordando y su padre quejándose de su situación económica. Le propone casarla para solucionar el problema y Rosita se alegra creyendo que el afortunado va a ser su novio Cocoliche. Pero el padre había pactado el matrimonio con Cristobita, un viejo bruto y déspota, caracterizado con la tradicional porra, que compra a la chica a cambio de saldar la deuda del padre. Cuando Rosita se entera, se indigna, pero acaba aceptando la situación.
En el cuadro segundo, se entera Cocoliche y se lo llevan a la taberna unos mozos. Mientras, Cristobita y el padre cierran el trato. El padre siente remordimientos y duda a quién debe entregar a su hija.
En el cuadro tercero, se encuentran en la taberna a un joven que había sido un antiguo novio de Rosita y que la dejó para irse a ver mundo.
En el cuarto, aparece Mosquito describiendo cómo se siente Rosita. El joven, Currito, planea verla ocupando el lugar del zapatero que va a probarle los zapatos de su boda.
En el quinto, se prepara Cristobita para la boda y en el cuadro sexto Rosita se queja cuando aparece, haciéndose pasar por el zapatero, Currito, su antiguo novio a quien ella ya no quiere. Ante la presencia de Cristobita, a Currito lo encierra en un armario. Cocoliche también aparece por una ventana y acaba encerrado con el otro joven en el armario. Al final, se desvela la existencia de los dos jóvenes ocultos, Currito acaba con Cristobita y Rosita y Cocoliche son de nuevo libres para vivir su amor.
Lorca tenía pensado el estreno para el otoño de 1936. Ese verano, comenzada la Guerra Civil, fue asesinado por el bando franquista y la obra solo se podría estrenar póstumamente.
Se estrena en diciembre de 1937, en el teatro de la Zarzuela de Madrid, por una compañía que había organizado la Dirección de Prensa y Propaganda. Intérpretes: Maribel Ramos (el Mosquito), Julia Cominges (Rosita), José Franco (don Cristobita), Sr. Herrero (El padre), Luis so Horna (Cocoliche), Santiago Rivero (Currito “er der” Puerto), Sr. Ortega (Cansa-Almas) y Antonio G. Ródenas (Fígaro). Director: Felipe Lluch Garín, sustituido en su ausencia por María Teresa León y Rafael Alberti.
La versión “definitiva” del texto, de la Tragicomedia, fue publicada por Juan Guerrero Zamora en Raíz. Cuadernos de literatura de la Facultad de Letras, Madrid, 1948. El texto procede de una copia de actor, de José Franco (uno de los actores del estreno de 1937). En Raíz la obra se titula Los títeres de cachiporra. Farsa guiñolesca en seis cuadros. Aguilar añadirá después “y una advertencia”.
La idea de escribir sobre estos personajes la tiene desde el verano de 1921. En Madrid había hablado con Salazar de la posibilidad de colaborar en el intento de resucitar esta tradición popular. En Asquerosa, indaga entre los vecinos acerca del aquel teatro popular (de niño, en Fuente Vaqueros había quedado fascinado por este teatro popular). Gracias al recuerdo de los viejos del lugar, recupera personajes.
Este es el punto de partida de la Tragicomedia que terminará al año siguiente. Durante el verano de 1922 la familia pasa el verano, como venía siendo habitual, en Asquerosa y el 5 de agosto, Federico termina el borrador de su farsa. Es esta la época de colaboración con Falla, de investigación en los géneros populares y de la organización del Concurso de Cante Jondo. Utiliza, además del tipo de teatro y los personajes típicos, canciones populares diálogos ingeniosos propios de los campesinos de la Vega de Granada. Tenía proyectado, como consta en alguna carta, llevar un teatro de títeres por los pueblos de la Alpujarra con Falla. Más adelante este manuscrito sería reelaborado.
1922 es la fecha del manuscrito del archivo de la Fundación García Lorca, aunque seguramente existían otros manuscritos, alguno anterior y varios posteriores. La versión del manuscrito no es la versión definitiva. Lorca lo revisó con posterioridad con vistas a su estreno. Hizo gestiones con Martínez Sierra en 1924; con Rivas Cherif en 1926; pretendía publicarlo junto a Amor de don Perlimplín… en 1928. En 1932 pensó en Margarita Xirgu y la colaboración de La Argentinita. En octubre de 1933 la dio por terminada, considerándola “obra rara” con letra y música suyas y pensaba estrenarla en Cádiz. Trabajó en la obra en su estancia en Montevideo. En 1935 encargaba al escultor Ángel Ferrant las cabezas de los muñecos y en un periódico de Barcelona anunciaba su estreno a su regreso de México, con música de Federico Elizalde. Durante la primavera de 1935, en Barcelona, en el piano del Hotel Majestic, ensayaba con Elizalde. Parece que entró en contacto con la compañía de Carmen Díaz para el estreno (un ballet, según La Argentinita).
En 1923 hubo una experiencia con títeres, el 6 de enero, día de los Reyes Magos, en su casa de la Acera del Casino de Granada, en una fiesta privada montada por Lorca, Manuel de Falla y Hermenegildo Lanz para los niños. En esa ocasión se representó, entre otras piezas, una adaptación lorquiana del cuento andaluz La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón.
El 26 de marzo de 1933, en Buenos Aires, como fiesta de despedida de la ciudad, Lorca montaría el Retablillo de don Cristóbal (escrita en 1930) para sus amigos de allí, en función extraordinaria, en la entrada del teatro Avenida, de madrugada, con trajes y decorados de Fontanals y muñecos de Arancibia. Después habrá una representación en 1934 por parte de La Barraca, en España.
Aunque el Retablillo deriva de la Tragicomedia, recobra algunos rasgos de la farsa guiñolesca, de raíz tradicional, lejos de la forma dramática clásica de la versión primera, incorporando incluso al espectador en la dinámica de la escena y simplificando trama y número de personajes.
El teatrillo representa una plaza de un pueblo andaluz. A la derecha, la casa de la señá Rosita. Debe haber una enorme palmera y un banco. Aparece por la izquierda Cocoliche, rondando, con una guitarra entre las manos y envuelto en una capita verde oscura con agremanes negros. Va vestido con el traje popular de principios de siglo XIX, y tiene puesto con garbo el sombrerillo calañés.
COCOLICHE. Rosita no sale. Tiene miedo a la luna. La luna es terrible para un enamorado de ocultis. (Silba.) El silbido ha tocado como una piedrecita de música en el cristal de su balcón. Ayer se puso un lazo en el pelo. Ella me dijo: Una cinta negra sobre mis cabellos es como una botana sobre la fruta. Ponte triste si me ves; lo negro bajará luego hasta los pies. Algo le pasa.
(El balconcillo lleno de tiestos se ilumina con una dulce luz.)
ROSITA (dentro)
Con el vito, vito, vito,
con el vito que me muero.
COCOLICHE. (Acercándose.) ¿Por qué no salías?
ROSITA. (En el balcón muy cursi y muy poética.) ¡Ay chiquillo mío! El viento morisco hace girar ahora todas las veletas de Andalucía. Dentro de cien años girarán lo mismo.
COCOLICHE. ¿Qué quiere decir?
ROSITA. Que mires a la izquierda y a la derecha del tiempo, que tu corazón aprenda a estar tranquilo.
COCOLICHE. No te entiendo.
ROSITA. Lo que voy a decirte lleva el aguijón duro. Por eso te preparo. (Pausa, en la que Rosita llora cómicamente, casi ahogada.) ¡No me puedo casar contigo!
COCOLICHE.¡¡¡ Rosita!!!
ROSITA. ¡Tú eres el acerico de mis ojos! ¡Pero no me puedo casar contigo! (Llora.)
COCOLICHE. ¿Te metes a monja reparadora? ¿Te he hecho yo algo malo? ¡Ay, ay, ay! (Llora de una manera entre infantil y cómica.)
ROSITA. Ya te enterarás. Ahora, adiós.
COCOLICHE. (Gritando y pateando en el suelo.) Pero no, pero no, pero no.
ROSITA. Adiós, mi padre me llama.
(El balcón se cierra)