55 poemas, agrupados en diez secciones más un poema prólogo, Baladilla de los tres ríos, que es posterior a la mayoría de los textos del libro y que sirve para delimitar geográfica y líricamente el libro.
Son poemas inspirados en el cante jondo, aunque no intentó imitar las letras del cante, sino crear en el lector la sensación de estar en presencia de las fuentes primitivas de las que brota el cante.
Las primeras secciones de la obra están dedicadas a la siguiriya, la soleá, la saeta y la petenera, personificada cada una de las modalidades del cante en forma de mujer. Los temas de la mayoría de los poemas son la muerte, el amor frustrado, la desesperación…
Las cuatro siguientes secciones están dedicadas al flamenco, a distintos personajes o a elementos propios del cante.
Por último, hay dos diálogos añadidos en 1925 que introducen el elemento dramático en el poema.
Fue compuesto a la vez que se organizaba el Concurso del Cante Jondo que tuvo lugar en Granada, durante las fiestas del Corpus Christi, en junio de 1922, en la Plaza de los Aljibes, en la Alhambra, durante los días 13 y 14. Organizaron el concurso Manuel de Falla, Zuloaga (que hizo el decorado), Miguel Cerón y Federico García Lorca.
Empieza a escribir los poemas en 1921. El 1 de enero de 1922 le dice a Salazar que haría coincidir su publicación con el citado concurso, pero no se publicará hasta el 23 de mayo de 1931, en la editorial Ulises, en Madrid. Lo acabó preparando con la ayuda de Martínez Nadal. Llevaba anunciando su publicación junto a Suites y Canciones desde 1925.
La primera edición incluía una nota de los editores advirtiendo de que era un libro de juventud escrito diez años atrás y que le debía mucho a la amistad del poeta con Falla y a la fiesta del cante jondo. Recuerda la versatilidad del poeta y defiende la modernidad, la emoción y la universalidad de su obra.
Paralelamente a la composición de los poemas (1921, aunque también hay poemas de 1925) y la preparación del Concurso de Cante Jondo, en Granada (instalada la familia en la Acera del Casino y posponiendo el poeta unos meses su vuelta a la Residencia de Estudiantes), fue preparando su conferencia Importancia histórica y artística del primitivo canto andaluz llamado “Cante jondo”, pronunciada el 19 de febrero de 1922 en el Centro Artístico de Granada.
En esta obra se puede apreciar su deuda con Falla, con quien colaboró estrechamente durante estos años en Granada, investigando sobre los géneros populares de la música y de la literatura. También es deudor de las recopilaciones de coplas de Francisco Rodríguez Marín, Antonio Machado Álvarez y otros folcloristas, así como de la poesía árabe, persa y turca del XIX recopilada por Gaspar María de Nova Álvarez. A esto hay que unir la “memoria poética” de su infancia en la Vega de Granada. El verano de 1921 en Asquerosa aprendió a tocar la guitarra.
Leyó varios poemas del libro en el acto celebrado en el teatro del Hotel Alhambra Palace con motivo del Concurso de Cante Jondo. También leyó en un recital que dio en el Ateneo de Valladolid el 8 de abril de 1926, siendo catedrático de Literatura Española en la Universidad de esta ciudad Jorge Guillén. En Nueva York, durante los homenajes a Antonia Mercé, La Argentina, dio otro recital.
Los poemas Escena del teniente coronel de la Guardia Civil y la Canción del gitano apaleado tienen su origen en una situación real. En Granada, eran frecuentes los conflictos entre gitanos y Guardia Civil. En noviembre de 1919, Lorca, acompañado de Manuel Ángeles Ortiz, presenció uno de estos enfrentamientos en el centro de la ciudad y quedó muy impresionado.
Estos poemas protagonizados por gitanos y por la Guardia Civil le traerían después algunos problemas con la Benemérita, llegando incluso a ser denunciado años después por un desconocido y teniendo que responder y explicar sus poemas ante un juez.
Asimismo, conoció el miedo y el poder omnisciente que los guardias ejercían en los pueblos cuando visitó la Alpujarra en 1927 después acompañar a su madre a tomar las aguas al balneario de Lanjarón.
El Diálogo del Amargo que termina con Canción de la madre del Amargo, también está inspirado en un personaje real, un niño de Fuente Vaqueros que se asomó a su vivienda y escupió con mucho desprecio dentro de su casa. El poeta, aún un niño pequeño, no pudo descifrar el gesto de aquel niño llamado Amargo y, con el tiempo, obsesionado con esta figura, lo llamó “ángel de la muerte y la desesperanza que guarda las puertas de Andalucía”.
En la casa blanca, muere
la perdición de los hombres.
Cien jacas caracolean.
Sus jinetes están muertos.
Bajo las estremecidas
estrellas de los velones,
su falda de moaré tiembla
entre sus muslos de cobre.
Cien jacas caracolean.
Sus jinetes están muertos.
Largas sombras afiladas
vienen del turbio horizonte,
y el bordón de una guitarra
se rompe.
Cien jacas caracolean.
Sus jinetes están muertos.