Escritor español del Grupo del 27, nacido en Sevilla en 1902, de padre militar. Empieza a leer y escribir poesía desde muy joven. Estudia Derecho en Sevilla en 1919 y tiene como profesor a Pedro Salinas, que sería su verdadero iniciador en la lectura de los clásicos españoles y franceses. En 1925 conoce a Juan Ramón Jiménez, publica en la Revista de Occidente de Madrid, y en Mediodía y Litoral.
En 1927 publica su primer libro de poemas, Perfil del aire, en la Imprenta Sur de Altolaguirre y Emilio Prados. Ese año acude al homenaje a Góngora, aunque no figura entre los organizadores ni ponentes. Allí conocerá a Federico García Lorca que ya es un poeta de éxito. Sería el principio de una relación cómplice, de amistad entre los dos. Tras la muerte de su madre abandona Sevilla. Se marcha a Madrid, conoce a Aleixandre y, gracias a Salinas, consigue un lectorado en Toulouse. Viaja también a París y allí se aficiona al cine y al jazz, dos géneros que influirán en su próximo libro, Un río, un amor (1929).
En 1929 vuelve a Madrid y a la vez que trabaja en una librería escribe Los placeres prohibidos (1931). Gerardo Diego lo incluye en su antología de 1932 (Poesía española. Antología 1915-1931). Recibe con ilusión la llegada de la II República y participa en las Misiones Pedagógicas y Culturales, primero en la sección de Bibliotecas y luego en el Museo Ambulante.
Federico alaba con mucha elegancia y generosidad la calidad literaria y la voz propia y original de Cernuda.
Durante estos años se afilia al Partido Comunista, aunque por poco tiempo; colabora en la revista Octubre y en Cruz y raya, de José Bergamín. En 1934 publica Donde habite el olvido, un libro inspirado en su relación con Serafín Fernández Ferro, que le había sido presentado por Federico. A principios de año publica un retrato literario de García Lorca en el Heraldo de Madrid de gran generosidad: “Andando el tiempo, este niño, que se llamaba Federico García Lorca, puso en práctica los dones de las hadas. Sus poesías gustaron apenas escritas; […] Así, poco más o menos, se expresarán los colegiales dentro de un siglo, al repetir lo que sus libros de clase les digan acerca de la figura de Federico García Lorca”.
En 1936, con solo 34 años, publica la primera edición de su obra completa titulada La realidad y el deseo, editado por Bergamín. Para festejarlo, el 29 de abril se reúne en un restaurante de Madrid (entonces llamado Casa Rojo, después Los Galayos) un numeroso grupo de intelectuales. Lorca hará la presentación del libro y publicará sus palabras al día siguiente en El Sol. Federico alaba con mucha elegancia y generosidad la calidad literaria y la voz propia y original de Cernuda. Sería quizá el último encuentro generacional.
El 13 de junio de 1936 Cernuda fue uno de los que se quedaron esperando en vano a Federico García Lorca en casa del diplomático Carlos Morla Lynch, justo antes de que el poeta decidiera partir para Granada. Tras conocer el asesinato de Lorca le dedica una sentida elegía, A un poeta muerto (F.G.L.), que fue en parte censurada.
Durante la Guerra Civil se alista en el Batallón Alpino. En 1937 se traslada a Valencia y participa en las trincheras culturales de la revista Hora de España y en el II Congreso de Intelectuales Antifascistas. En 1938 sale de España para dar unas conferencias en Reino Unido y ya no regresará. Allí conoce a Rafael Martínez Nadal, que será después uno de los estudiosos de su obra. Cernuda se encarga de las tutorías a los niños españoles refugiados, trabaja en un internado y en distintas universidades. Escribe Las nubes y Ocnos. Desarrolla también durante esta época una intensa labor como crítico literario.
Tras conocer el asesinato de Lorca, Cernuda le dedica una sentida elegía, A un poeta muerto (F.G.L.), que fue en parte censurada.
En 1947 se traslada a Estados Unidos. Gracias a Concha de Albornoz consigue plaza en la Universidad de Mount Holyoke, en donde permanecerá hasta 1952. En 1951 viaja a Cuba a dar unas conferencias y allí se reencuentra con María Zambrano, y más tarde llega a México, donde finalmente se establece. Vuelve a encontrarse con Concha Méndez y Manuel Altolaguirre, con los que tanta amistad tenía, y se muda a su casa. Desde 1954 trabaja en la Universidad de México. Durante estos años escribe Poemas para un cuerpo y Desolación de la Quimera. También publica en 1957 Estudios sobre poesía española contemporánea en donde incluye uno sobre Federico García Lorca. Sigue publicando, ampliada, La realidad y el deseo. Al morir Altolaguirre edita sus Poesías completas. En los años 60 imparte conferencias en California, San Francisco y Los Ángeles, pero ya nunca dejará México. Allí morirá el 5 de noviembre de 1963 y allí es enterrado, en la sección española del Panteón Jardín.