Político y sindicalista granadino, sobrino de Federico García Lorca. Fue albacea y portavoz de los herederos del poeta, además de promotor, secretario y presidente de la Fundación Federico García Lorca.
Nació en Granada en 1932, hijo de Concha García Lorca y de Manuel Fernández-Montesinos Lustau, médico y alcalde de Granada hasta julio de 1936, año en que fue fusilado por los sublevados en las tapias del Cementerio de San José de Granada. Hermano de Vicenta, Tica, nacida en Granada en 1930, y Concha Fernández-Montesinos (Granada, 1936-Madrid, 2015).
Cuando asesinaron a su padre y a su tío solo tenía cuatro años, pero fue testigo de los registros de la Huerta de San Vicente por parte de grupos de pistoleros y milicias de Falange. Se conserva una fotografía de Federico con sus sobrinos Manuel y Vicenta, Tica, tomada en la Huerta de San Vicente por Eduardo Blanco-Amor que da idea del sosiego de los veranos familiares en la casa de campo situada en el borde urbano de Granada y del amor de Federico por sus sobrinos antes de la catástrofe bélica, la feroz represión y el exilio.
Cuando asesinaron a su padre y a su tío solo tenía cuatro años, pero fue testigo de los registros de la Huerta de San Vicente por parte de grupos de pistoleros y milicias de Falange.
Tras los duros acontecimientos del verano de 1936, los supervivientes de la familia se trasladaron a una casa de tres pisos situada en la Calle Manuel Paso que abandonaron cuando les llegó la noticia de la derrota de la República. De Granada viajaron a Madrid y allí esperaron casi un año los pasaportes hasta que en agosto de 1940 pudieron embarcar hacia América. Al comienzo de sus memorias, tituladas Lo que en nosotros vive, Fernández-Montesinos recuerda las palabras de su abuelo Federico García Rodríguez en el puerto de Bilbao antes de iniciar la travesía a bordo del Marqués de Comillas: “No quiero volver a este joío país en mi vida”. Manuel tenía ocho años. En Nueva York, donde ya estaban sus tíos Francisco e Isabel, se adaptó más fácilmente que los adultos a la vida del exiliado: al colegio, a la cultura y a la nueva lengua. Manuel traducía a su abuelo el parte radiofónico que escuchaban de la Segunda Guerra Mundial, un abuelo aún esperanzado en que la victoria de los aliados supusiera la liberación de España.
Con 19 años regresa con los suyos a España y descubre con perplejidad las miserables condiciones de vida de la larga posguerra. Su abuelo Federico había muerto en Nueva York en 1945 y, conforme a sus deseos, allí fue enterrado. La familia rescata los enseres que había dejado en un guardamuebles, así como la biblioteca de su tío que hoy se conserva en el Centro Federico García Lorca de Granada.
Fernández-Montesinos estudia Derecho y se convierte en un asiduo de las manifestaciones estudiantiles contra la Dictadura, lo que le cuesta detenciones y una estancia en la cárcel. Se marcha a Alemania para doctorarse. Allí vive doce años durante los cuales participa en la defensa clandestina de los trabajadores españoles en Alemania en el sindicato metalúrgico.
En nombre de la familia se opuso a la búsqueda de los restos del poeta y apoyó que siguieran en la zona del asesinato, entre Víznar y Alfacar, para preservar este espacio como lugar de la memoria colectiva, pública y civil.
En 1962 muere Concha, su madre, en un trágico accidente de coche cuando regresaba de Valderrubio. En 1965 vuelven a detenerlo por su actividad política. En 1976, unos meses después de la muerte a causa de un infarto de su tío Francisco García Lorca, participa en el primer homenaje a Federico, celebrado en Fuente Vaqueros el 5 de junio a las 5, tras la muerte del dictador. Un homenaje organizado por la Junta Democrática que duró media hora (fue el tiempo autorizado). Manuel Fernández-Montesinos leyó un emotivo texto que no pudo acabar al ser interrumpido por la autoridad gubernativa que vigilaba escrupulosamente que los oradores no superaran los 30 minutos de libertad permitidos: “Federico García Lorca es además uno más entre millones de víctimas de una guerra civil, una guerra civil durante la cual se quiso destruir en nuestra patria hasta la creación artística, lo único que entre la decadencia y la mezquindad de los siglos, hizo posible que el nombre de España estuviese a la altura de los demás pueblos del mundo”. Y siguió: “Había muchos que confundían la patria con un trapo de colorines, con retratos pomposos de individuos uniformados […]. Para nosotros la patria es el Romancero gitano, la patria es Perito en lunas, La voz a ti debida, es Marinero en tierra y tantas otras creaciones del espíritu que llevaron a decir a Federico García Lorca en una carta a Miguel Hernández: “Hoy se hace en España la más hermosa literatura de Europa”.
Un año después, en 1977, será diputado del PSOE en las primeras cortes democráticas a la vez que estudia Filología Hispánica en la Complutense. En 1979 abandona la actividad política para dedicarse a la Fundación Federico García Lorca, de la que fue primero secretario y después presidente hasta que en 2006 se jubiló. A él le debemos en 1983 la publicación de los Sonetos del amor oscuro. Fue autor de New York in a poet (1990), Federico García Lorca en la residencia de estudiantes, 1919-1928 (1991), y Lo que en nosotros vive (2008), su autobiografía, finalista del Premio Comillas.
En nombre de la familia se opuso a la búsqueda de los restos del poeta y apoyó que siguieran en la zona del asesinato, entre Víznar y Alfacar, para preservar este espacio como lugar de la memoria colectiva, pública y civil.
En sus últimos años vivió en Madrid, con su mujer, Ana Gurruchaga, y sus dos hijas, en una casa con un patio donde decía tener árboles y plantas procedentes de esquejes traídos de la Huerta de San Vicente. En esa ciudad falleció a los ochenta años, en enero de 2013.