Filólogo, arabista, traductor, académico de la Lengua y de Historia, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades de 1992… Con sus Poemas arábigo-andaluces influyó enormemente en la poesía de la Generación del 27 y, sobre todo, en la de Federico García Lorca con quien compartió amistad.
En 1930 consiguió la cátedra de Lengua Árabe en la Universidad de Granada, año en el que también publicó Poemas arábigo-andaluces. Leyó y tradujo los poemas epigrafiados en los muros de la Alhambra de Ibn Zamrak.
Estudió Filosofía y Letras en Madrid, especializándose en la lengua árabe. En 1927, con una beca de la Junta de Ampliación de Estudios, se marcha a investigar a Egipto, Siria e Irak. Gracias a este viaje entra en contacto con la poesía arábigo-andalusí, que después servirá de base para su publicación de los Poemas arábigo-andaluces, en 1930. Federico García Lorca los leerá y se inspirará en algunos de sus aspectos para su Diván del Tamarit. Emilio García Gómez, tras asistir a una lectura que Federico hizo de Yerma, se comprometió a prologar el Diván en una edición de la Universidad de Granada que los retrasos aliados con la Guerra Civil imposibilitaron.
En 1930 consiguió la cátedra de Lengua Árabe en la Universidad de Granada. Fue el primer director de la Escuela de Estudios Árabes, en 1932, donde dirigió la revista Al-Ándalus. En 1935 se trasladó a la Universidad de Madrid. En 1948, con Samuel Miklos Stern, publicó un trabajo donde dieron a conocer la existencia de las jarchas. Destacan entre sus muchos trabajos de ensayo Poesía arábigo-andaluza, breve síntesis histórica (1952) y Las jarchas romances de la serie árabe en su marco (1975), así como numerosas traducciones como El collar de la paloma. Leyó y tradujo los poemas epigrafiados en los muros de la Alhambra de Ibn Zamrak. En 1943 ingresa en la Academia de Historia y en 1945 en la Real Academia de la Lengua Española. De 1958 a 1969 fue embajador de España en Bagdad, Beirut y Ankara y ministro sin residencia en Afganistán.
Murió en 1995 a la edad de 90 años. Sus restos reposan en Granada por decisión del propio Emilio García Gómez. El día de su entierro, la comitiva fúnebre se trasladó desde la Escuela de Estudios Árabes hasta la Alhambra y desde allí al cementerio. Fue despedido como “el último sabio”.