Política, escritora y artista granadina, un personaje extravagante a la que algunos consideraron una chiflada por sus costumbres y sus actividades. Procedía de una familia acomodada y viajó por España e Italia. Se declaraba feminista y católica.
Escribió “La eskritura futurista” en 1916, donde ya empleaba su propio idioma, utilizando una escritura fonética que nos recuerda a la escritura en los móviles. Entraba sola a los cafés, vestía de forma extravagante, de hombre, e imprimía sus ideas para venderlas en su zapatería. En los primeros días de la sublevación militar de 1936 la fusilaron en Víznar junto a otras dos mujeres.
Tenía una zapatería en la calle Mesones donde Francisco Ayala la recuerda ofreciendo sus Opúsculos filosóficos repletos de ideas extravagantes para la época. En el Café Suizo también exponía sus ideas liberadoras. Era un personaje conocido y peculiar en la Granada de los años veinte. Agustina González, en 1928, empezó a publicar su serie de Opúsculos, sobre Las leyes secretas. En su Reglamento Ideario del Entero Humanista Internacional aspiraba, nada menos, que a borrar las fronteras, a crear la moneda universal, el Palacio de Todos, para dar alojamiento a los desheredados del mundo, a grabar en una bandera blanca solo dos palabras: Alimento y Paz, para erradicar las hambrunas del mundo… Fundó el Partido Entero-Humanista y se presentó a las elecciones de 1933 donde parece que sacó 15 votos. Cuando se preparaba para conquistar el escaño, escribió en un manifiesto: “¡Humanistas, socialistas, sindicalistas, comunistas, libertarios! Votad a Agustina González López, que se presenta a Diputada para las Cortes constituyentes por las cuarenta y nueve provincias de España y por sus pueblos…” Además de aficionada al estudio, a la lectura y a la escritura, hacía dibujos que firmaba como “Amelia”. Escribió “La eskritura futurista” en 1916, donde ya empleaba su propio idioma, utilizando una escritura fonética que nos recuerda a la escritura en los móviles.
Era una mujer independiente, incluso económicamente, aunque contaba con la desaprobación social. Entraba sola a los cafés, vestía de forma extravagante, de hombre, e imprimía sus ideas para venderlas en su zapatería. No le importaba parecer una loca. Según ella misma escribió, la razón era que la libertad no le estaba permitida a las mujeres. Algunos médicos trataron de curar su “histeria”.
En los primeros días de la sublevación militar de 1936 la fusilaron en Víznar junto a otras dos mujeres. Días antes la habían trasladado de la cárcel de Torres Bermejas al Convento de San Gregorio habilitado como cárcel provisional.