Filósofo y ensayista situado en el movimiento novecentista, de gran influencia en España en el primer tercio del siglo XX, nacido en Madrid el 9 de mayo de 1883 y fallecido en la misma ciudad el 18 de octubre de 1955. El influjo de sus ideas, expuestas en libros y artículos, se puede rastrear en casi todos los ámbitos artísticos, políticos y de pensamiento. Su ascendiente también caló en la joven generación de escritores ligados a la Generación del 27, aunque el compromiso social de muchos de ellos contradijera la idea de Ortega de sustituir “la realidad por la metáfora” expuesta en La deshumanización del arte (1925). La Revista de Occidente, dirigida por Ortega, así como la editorial del mismo nombre, se abrió generosamente a los nuevos creadores. El propio Federico García Lorca firmó algunos poemas tras su llegada a Madrid tanto en la revista España, que dirigía Ortega, como en la Revista de Occidente. Además, en 1928, apareció con el sello de la editorial, en una edición de pequeño formato que se agotó enseguida, uno de sus libros más influyentes, Romancero gitano. La editorial de Ortega también publicó Cántico de Jorge Guillén, Seguro azar de Pedro Salinas y Cal y canto de Rafael Alberti.
Ortega nació en una familia de la alta burguesía madrileña. Estudió en las universidades de Deusto y en la Central de Madrid. Se doctoró en Filosofía en 1904 con una tesis sobre Los terrores del año mil; amplió estudios en Alemania donde recibió el influjo del neokantismo. En 1910 se casó con Rosa Spottorno (1884-1980).
Un incidente ocurrido en diciembre de 1924 durante una visita a Granada, donde había sido invitado a dictar una conferencia, provocó una reacción unánime de apoyo en la que intervino Federico García Lorca.
Estuvo muy unido al mundo de la edición periodística continuando así la tradición abierta por su abuelo Eduardo Gasset, que había fundado El Imparcial. El filósofo fue director y colaborador, respectivamente, de la revista España, que se publicó entre 1925 y 1924, y del diario El Sol. En esta última cabecera, aparecida en 1917, publicó por entregas dos de sus obras más conocidas, España invertebrada y La rebelión de las masas. Pero su gran aportación editorial llegó con la fundación en 1923 de la Revista de Occidente, una publicación de profundo rigor intelectual en la que colaboraron los principales autores de las corrientes más influyentes en el pensamiento y la ciencia. Ortega dirigió la publicación desde el primer número hasta el comienzo de la Guerra Civil.
El prestigio intelectual de Ortega unido a su influencia como editor lo convirtieron en un personaje respetado y poderoso. Un incidente ocurrido en diciembre de 1924 durante una visita a Granada, donde había sido invitado a dictar una conferencia, provocó una reacción unánime de apoyo en la que intervino Federico García Lorca. Ortega, acompañado de Pío Baroja, llegó a Granada dentro de una gira por Andalucía que, sin embargo, se interrumpió abruptamente en el siguiente destino, Málaga.
Según los testimonios recogidos por la investigadora María Bueno en su libro Un vasco en la corte nazarí, aunque la intervención de Ortega fue seguida por numeroso público, los colegas de la Universidad de Granada no acudieron tan masivamente como esperaba Ortega a cumplimentarlo. Una broma contra Baroja (ideada al parecer por Federico y su amigo Miguel Cerón) acabó por enrarecer el ambiente. Las quejas de Ortega, ya en Madrid, provocaron la reacción de Melchor Fernández-Almagro, el escultor Juan Cristóbal y el propio García Lorca que enviaron cartas a El Defensor lamentando el mal trato dispensado al filósofo. La carta al director de los Lorca dice así: “Querido Constantino [Ruiz Carnero]: Me entero de que en Granada no se ha recibido como corresponde al insigne don José Ortega y Gasset y al genial novelista Baroja, y lamento con toda mi alma lo ocurrido, como buen granadino, pues hoy en Madrid se habla de nuestra querida ciudad en términos desfavorables, pero desgraciadamente exactos. Ha sido un triste y estúpido espectáculo, del que protesto enérgicamente en nombre de la belleza de Granada”.
Unos meses después Baroja se vengó incorporando una descripción despectiva de Granada en la novela La nave de los locos. Ortega, por su lado, publicó en 1927 su controvertida Teoría de Andalucía en la que escribe: “El andaluz lleva unos 4.000 años de holgazán, y no le va mal”.
En 1926 García Lorca también publicó en la Revista de Occidente la Oda al Santísimo Sacramento del Altar, dedicada a Falla, y en 1929 la inspirada en Salvador Dalí.
Tras la proclamación de la Segunda República, Ortega fue elegido diputado por la Agrupación al Servicio de la República creada por él mismo, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala para convocar a los intelectuales con vistas a trabajar por el nuevo régimen. Sin embargo, sólo permaneció un año en el Parlamento.
El 18 de julio de 1936 Ortega se encontraba enfermo en su casa de Madrid. Según cuenta él mismo, varios milicianos armados fueron a su domicilio para que firmara un manifiesto de condena del golpe de Estado contra la República. Ortega exigió a los combatientes que suavizaran el escrito pues le parecía demasiado contundente. A regañadientes, el manifiesto fue rectificado y Ortega estampó su firma junto a Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala. Ese mismo mes de julio, pese a su convalecencia, decidió huir a París y a los Países Bajos, y luego continuar el exilio en Argentina, hasta que en 1942 fijó su residencia en Lisboa.
A partir de 1945 empezaron sus visitas cada vez más frecuentes a España donde creó el Instituto de Humanidades para suplir la cátedra de la que había sido desposeído. Sus posiciones políticas tras la Guerra Civil fueron menos comprometidas y llenas de ambigüedades, una indeterminación que le persiguió hasta su muerte, ocurrida en 1955, a causa de las distintas versiones que corrieron sobre si al final había desdeñado la Iglesia o aceptado la confesión.