Se nombran en esta conferencia dos paseos “para cantar”, el Salón y la Alhambra, y uno “para llorar”, el Paseo de los Tristes que él llama Alameda de los Tristes.
Desde la plaza del Humilladero que también nombra Federico en su texto (lugar por el que se dice que entraron los Reyes Católicos a la ciudad), cerca de la confluencia de los dos ríos, se inicia el paseo del Salón. Es la Alameda del XIX, donde se reunían las familias en buena posición y donde se exhibían las chicas con la pretensión de encontrar novio. Al final del Paseo del Salón se conserva un edificio que fue Salón de baile en el XIX (de ahí el nombre) y que hoy día se conserva como Biblioteca municipal.
La Alhambra es el monumento árabe que preside la ciudad y que recuerda su pasado. El bosque que la rodea y su situación en una colina le otorgan una imagen romántica que siempre la ha acompañado.
A sus pies, el Paseo de los Tristes, paralelo al río Darro, desde el que se contempla toda la majestuosidad de la Alhambra. Recibe ese nombre porque fue el camino hacia el cementerio, situado a continuación de la Alhambra.